Es difícil hablar de la ciudad como un todo. Quito es una suma de ciudades con una limitada sinergia entre ellas: es un rompecabezas al que le faltan piezas, un mosaico urbano fragmentado. Poco tiene que ver el sur con el antiguo centro cuya frontera es el Panecillo, o el centro y el norte antiguo (semi abandonado por la pandemia y por la migración hacia los valles), con ese norte extremo que hoy contiene a Pomasqui y a San Antonio, y que en poco incluirá a Calacalí. Es innecesario referirse a Cumbayá, Puembo, Pifo y Yaruquí; esa mezcla en precario equilibrio entre urbanizaciones exclusivas, comunidades indígenas, quintas, florícolas y parcelas agrícolas. A ese heterogéneo y contradictorio conglomerado urbano, llamamos Quito: una realidad compleja.
La revocatoria del mandato del alcalde de Quito, Jorge Yunda, es una tarea urgente de la ciudad. No solo que le quedó demasiado grande el cargo, sino que su permanencia profundiza la desesperanza de una ciudad que perdió el rumbo.
Entre el sonado fracaso de la gestión municipal y la desidia ciudadana alimentada por los estragos económicos, sociales y culturales de la pandemia, medra la corrupción de las autoridades municipales en beneficio propio y de sus agnados y cognados. Yunda es la más acabada expresión del momento: llegó a la alcaldía con el voto de dos de cada diez habitantes de la ciudad. La ceguera, el oportunismo, la ambición personal de otros candidatos y fuerzas políticas, de cierto quemeimportismo de los mismos ciudadanos organizados y no organizados le sirvieron el triunfo en bandeja. Hoy se pagan las consecuencias.
La revocatoria del mandato del alcalde de Quito, Jorge Yunda, es una tarea urgente de la ciudad. No solo que le quedó demasiado grande el cargo, sino que su permanencia profundiza la desesperanza de una ciudad que perdió el rumbo hace ya algún tiempo y que vive una larga y prolongada deriva hacia ninguna parte. No se puede esperar que concluya el período para obligarlo a dejar su cargo; para entonces el daño ocasionado será irreparable. Tampoco la ciudad puede esperar a que la justicia haga su trabajo. El populismo mafioso tiene secuestrado al municipio de Quito y a la ciudad, y debe ser desalojado a través de la acción de sus ciudadanos. Si en el pasado una iniciativa de revocatoria del mandato fracasó, hoy las condiciones han cambiado. La ciudad no tiene futuro mientras Yunda siga en el cargo. ¡Fuera Yunda, fuera! Es el grito que deberá rasgar el silencio de la noche quiteña.
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