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11 de Junio del 2021
Ideas
Lectura: 6 minutos
11 de Junio del 2021
Carlos Arcos Cabrera

Escritor

Salvoconducto 26: Si de ficción se tratara…
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La vida y muerte de Harrison Salcedo, aquel abogado, al que veloces y eficientes sicarios le dieron muerte un 28 de abril de este año, tal vez no dé para convertirle en un personaje de leyenda. Sin embargo, están suficientemente cargadas de símbolos como para reflexionar sobre el personaje.

No es ficción. Es una realidad que aparentemente ya fue narrada, aunque sus personajes sean otros y los escenarios en que se dieron los hechos, también. He debido tomarme tiempo para procesar lo sucedido. Han existido bandidos, bandoleros, abogados de bandidos y de bandoleros. Unos no pasaron de ser delincuentes que hicieron su vida con más pena que gloria, otros —calificados como tales por sus adversarios— saltaron a la historia como reencarnaciones de Robin Hood, o como revolucionarios.  Eliécer Cárdenas en su conocida novela Polvo y Ceniza (1979) convirtió en «realidad literaria» la vida del legendario Naum Briones, probablemente el personaje más famoso de este género en tierras ecuatoriales. En cada lugar hay una historia similar que se repite, que gira como las aspas de un molinete de viento.

Los hechos y las vías por las cuales alguien o algo se hace leyenda han cambiado. Antaño se la construía en la narración que pasaba de boca en boca, con los inevitables añadidos y los olvidos. Así se transforma en una especie de palimpsesto al que tiempo y circunstancias han añadido capa sobre capa, narraciones en la que la contradicción, los puntos de vista opuestos, pueden coexistir como relatos. Esa es, tal vez, la naturaleza de la leyenda. ¿Importa la «verdad»? ¿Existe una «verdad»? Los narcocorridos han convertido al Chapo Guzmán en un héroe y en una leyenda para muchos. ¿Qué sobrevivirá? ¿La verdad histórica de sus crímenes y trafasías? ¿La de sus audaces fugas y sus imaginativos métodos para introducir la droga a los EE. UU? ¿Su riqueza y sus fastos?   En Colombia aún pervive la leyenda ambigua, como toda leyenda, de Pablo Escobar: ya no se la narra a la débil luz de una fogata, sino que se exhibe su rostro, se puede ver pasajes de su vida, escuchar su voz. Por esa vía, es inmortalizado en el escenario global de las redes con miles y tal vez millones de visitas, de epígonos o de críticos, de Likes y de Dislikes.

La vida y muerte de Harrison Salcedo, aquel abogado, al que veloces y eficientes sicarios le dieron muerte un 28 de abril de este año, tal vez no dé para convertirle en un personaje de leyenda. Sin embargo, están suficientemente cargadas de símbolos como para reflexionar sobre el personaje.

La leyenda como tal ya no circula de voz en voz, en un ejercicio de memoria colectiva y anónima y no requiere que la literatura la convierta en ficción para perpetuarla. Ya lo hizo el cine y el documental en una fusión llamada «docuficción».

La vida y muerte de Harrison Salcedo, aquel abogado, al que veloces y eficientes sicarios le dieron muerte un 28 de abril de este año, tal vez no dé para convertirle en un personaje de leyenda. Sin embargo, están suficientemente cargadas de símbolos como para reflexionar sobre el personaje. Tenía un título académico y se movía bien entre la mafia política y la mafia a secas: de Glas a Jorge Luis Zambrano, Rasquiña, el difunto jefe de los choneros y así de margen en margen. Imagino que debía tener una personalidad arrolladora, métodos muy pragmáticos para imponer su criterio a fiscales y jueces y un profundo desprecio por la justicia y sus instituciones como lo demostró al enviar una escatológica fotografía a la fiscal que lo investigaba.

Harrison Salcedo era la evidencia, al alcance de la mano, de que aquí también se puede tener un estilo de vida que parecía reservada a unos pocos. La ficción socialmente compartida de que sí se puede acceder a lo inaccesible. Los políticos corruptos de todo calibre y condición demostraron que es posible enriquecerse rápidamente en el ejercicio público y exhibir impúdicamente la riqueza mal habida. Harrison Salcedo lo hizo a su estilo: mujeres, autos de lujo, todo tipo de armas, y sobre todo dinero, el dinero que «todo lo puede» hasta abrir las puertas de las cárceles y reducir sentencias. Son los pilares del nuevo prestigio social. Un estilo de vida vastamente difundida por Tik-tok, Instagram, Facebook y con una amplia repercusión en medios. El abogado tenía muchos seguidores y admiradores. Un aspecto crucial del nuevo prestigio social es demostrarlo, hacerlo público, exhibirlo; si se mantiene en la oscuridad, no existe, no es el espejo en el cual se puede mirar una sociedad. Muchos deben haber deseado intensamente llegar a ser como él. ¿Por qué no?

En tanto personaje del teatro de la vida, Salcedo, desde mi punto de vista, retrata a cuerpo entero una realidad que pensé que era marginal, tal vez episódica, circunstancial. ¡Gran error! Es la realidad que se ha incubado en estos años y que se hace evidente cada día en que un sicario hace su letal trabajo, en que una avioneta desaparece de un aeropuerto en tanto que otra aterriza, que la liberación del capo de un cartel y su posterior asesinato desata una masacre en las cárceles, que tiene como un nuevo episodio —no final— el asesinato del mismísimo Salcedo; en que alguien sueña en ser «alguien» como él.

Ya no se trata de ficción o de algo que ocurre en un lugar lejano: es la realidad que se evidencia día a día: nuestra realidad.

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