
Hace muchos años en tierras muy lejanas, llegó a gobernar un pavo bastante ordinario, pero que se daba de real, y que siempre vestido de fiesta se pavoneaba por la comarca, paseando todos sus resplandores y cuando giraba sobre sí mismo y desplegaba su larga cola, no era la luz de su belleza la que encantaba a los otros habitantes del reino, sino el discurso populachero, la gran publicidad mediática y una chequera muy pero muy generosa que compraba todas las pleitesías que uno puede imaginar. Y, eso sí, no le faltaba oportunidad para humillar a cuanta ave se le cruce en su camino.
La historia cuenta que este pavo real llegó a gobernar el reino por la falta de buenos contendores, ya que no hubo recambio generacional en la clase política del reino, y de los pesos pesados que antes había, solamente quedaron unos cuantos pesos plumas, a quienes el pavo real con un solo grito destemplado les hacía rodar por lejos. Naturalmente también hubo un cierto desencanto con el ejercicio previo del poder, pero todo lo malo que se había visto con los anteriores gobernantes del reino, era un juego de niños al lado de lo que les tocó vivir en el largo reinado del pavo real.
A parte de mal gastar los inmensos recursos que ningún otro gobernante tuvo la suerte de administrar y dejar literalmente quebrado al reino, el gobierno del pavo real se distinguió sobre todo por un aparataje diseñado milimétricamente para delinquir: modalidades de contratación y normativa jurídica, junto a organismos de control y jueces serviles a su orden absoluta.
Por aquellos tiempos se decía también que el pavo real formó toda una gavilla con unos cuantos buitres que se hacían pasar orondamente por pavos y pavas reales, a quienes de manera imprevista les llegó la noche y volaron hacia un árbol muy grande y frondoso, donde supuestamente nadie les podía alcanzar. Y, es que no se sabe si fue una pelea de compadres, algún pavo descarriado, el hecho que no hay crimen perfecto, o simplemente que fue demasiada la sinvergüencería y que ya no se podía tapar más, lo que finalmente provocó que se destape la alcantarilla y salga a la luz toda la podredumbre que caracterizaba al reino del pavo real, y que por su supuesta inteligencia y poder, resulta inimaginable que no conocía todas las fechorías de sus subalternos.
En medio de esos shows de crónica roja y donde la discusión no era acerca de quién era bueno y quién era malo, sino de quién robó menos, los pavos reales acudían a las teorías conspirativas y a la defensa de la institucionalidad para tratar de tapar sus picardías, sin que los políticos de oposición encuentren la estrategia adecuada para desenredar el ovillo de la corrupción.
La historia al final nos cuenta que en medio de una pasividad que comenzaba a desesperar, los más alejados y humildes del reino encendieron la mecha y dieron una vez más lección de valentía y coraje, y se encaminaron a tirar el árbol donde vivía el pavo real y su sequito. Unos cayeron al hueco y otros huyeron despavoridos, porque como se dice por allí, no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista.
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