
Los sucesos la semana pasada, en especial las marchas antigubernamentales en varias ciudades del país, la lluvia de objetos sobre el presidente en Riobamba y, más que nada, el tono exasperado con que el monologante de los sábados intentó pintar esas marchas como actos de violencia extrema de unas minorías desquiciadas, muestran que el país llegó a un punto de quiebre en la hegemonía política del régimen que se ha enseñoreado en el país desde hace ocho años.
“¿Quieren hablar conmigo? Primero que pasen un test sicológico”, dijo con su infinita soberbia el monologante, al pintar a los manifestantes como personas ignorantes, mientras con su habitual carga de desprecio invitaba a imaginarse lo que hubiera sucedido en el país de haber gobernado “un” Mesías Tatamuez, “un” Pepe Acacho, “un” Alberto Acosta, y comentaba airado los videos preparados por su maquiavélica maquinaria propagandística sobre la marcha de Quito, “que de pacífica no tuvo nada”, y sobre los enfrentamientos en Riobamba.
El video de la marcha de Quito se concentraba en dos incidentes aislados: el ataque por un encapuchado a un equipo del canal incautado Gama TV y el enfrentamiento de un grupo violento con policías a los que agreden y logran quitar uno de sus escudos. Para Correa y la productora gubernamental de mentiras, en eso consistió toda la marcha, cuando a todos los quiteños nos consta que el jueves se llenó no una sino varias veces la Plaza de San Francisco, con decenas de miles de manifestantes de todas las clases sociales, quienes desafiaron la lluvia y el miedo con paraguas, coloridos pochos de agua y un gran abanico de razones para protestar.
Es muy significativo que se haya tratado de una marcha multiclasista, ya que es la primera vez en que salen a las calles grupos numerosos de diversos estratos sociales, incluso de las clases medias sin afiliación política o gremial, que se sintieron llamados a reclamar al gobierno por el alto costo de la vida, el ambiente opresivo que ha implantado, la falta de dignidad con que nos trata, la mordaza que intenta imponernos o por mil razones más. Calificar despreciativamente de “fanesca” a la gente que marchó, sin reconocer el abanico de razones que la mueve, es un grave error político de un gobernante miope que no reconoce el quiebre que se ha producido en la hegemonía que gozaba con su dispendioso gasto y su capacidad de propaganda.
El jueves 19 en Quito y otras ciudades del país se movilizaron miles de ciudadanos que hasta hace un tiempo miraban indiferentes, y hasta con cierta satisfacción, lo que sucedía en el país, pero que a los que les ha cogido ya hartazgo contra el gobierno y contra el rey sol, al que quieren decirle que no les gusta la forma en que gobierna, que no aceptan a lo que nos ha reducido y al que quieren advertir –con su caminar bajo la lluvia, sus gritos espontáneos y sus carteles despintados por el agua lluvia–, que no aceptan que se lleve al país a golpes de soberbia, retahíla de improperios cada sábado, impuestos altos y entrega incondicional a los deudores.
Correa, mientras tanto, reclamaba enfurecido al “Pepe” porque no hubiera presos en Quito. “Estoy muy disgustado”, dijo como si no se lo notara. “¡Cómo puede ser Pepe que no haya presos!”, exclamó. Y, engolando la voz ordenó, en contra de cualquier disposición que hubiera en contrario (y que el pobre Pepe, figura patética donde las haya, quiso explicar acoquinado), que los policías tomen presos a cualquiera que faltase a la autoridad en cualquier parte del país, “sin importarme los titulares del día siguiente de la prensa corrupta”.
Igual de distorsionado fue el video de lo sucedido en Riobamba. Sin acordarse de que hay redes sociales, el monologante de los sábados quiso posicionar en la opinión pública que se había tratado de una emboscada de 50 personas contra 5.000, lo cual se cae de por sí por inverosímil, pero además dijo que El Comercio mentía cuando dijo el viernes que había habido una marcha opositora y que se había producido un choque con la que encabezaba Correa.
La verdad es que la policía actuó infantilmente al permitir que se encontraran los manifestantes, pues cedió en su propósito original de detener la concurrida marcha realizada por miembros de la UNE y la FEUE pero también de otras organizaciones sin raíces en el MPD, y permitir que se acercara a la que Correa presidía con aires de marcha triunfal.
Desesperada, la policía actuó al final con mano dura y fue el rechazo a la represión y a la prepotencia de Correa lo que produjo el ataque, mientras el video extraía de los hechos unas cuantas escenas aisladas para demostrar el salvajismo de la “emboscada”.
¿Está tan ciego el Gobierno que no se da cuenta de lo que pasa? No lo creo, más bien porque sabe es que el monologante sabatino tuvo el tono tan exasperado. Y en todo caso, como dice la biblia, “Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo”.
Correa dijo que cuando en el Ecuador se habla de que el Gobierno criminaliza la protesta social o falta a los derechos humanos, no se trata sino de lo que los publicistas llaman la técnica de framing: repetir y repetir algo hasta que se convierta en verdad. Es risible porque si alguien ha aplicado de manera delirante el framing es Correa, quien no termina ninguno de los segmentos de su mega producción sabatina sin engolar la voz, inflar el pecho y repetir con solemnidad impostada sus sonsonetes de “prohibido olvidar”, “avanzamos patria”, “cuidado compañeros”, “que nos roben todo menos la esperanza” y “somos más, muchísimos más”.
La verdad es me parece que cada vez son menos, muchísimo menos, y que los sonsonetes de ocho años suenan huecos. Esta semana quedó de sobra demostrado.
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