
Ya sea por el deterioro de las cuentas fiscales y la factura de tantos años de farra que no podemos dejar de pagar y que se refleja en un saldo de deuda publica bastante elevado para una economía como la ecuatoriana, o por las altas necesidades sociales amplificadas por efecto de la pandemia o porque una mayor cohesión social que evite los estallidos sociales de octubre 2019, requiere de un Estado más grande, lo concreto es que se ha ido estableciendo la idea de que la recaudación tributaria debe aumentar.
¿Cuánto más? Si nos anclamos en las demandas de gasto, no hay límite. Así, la generosidad en materia de gastos de ciertos asambleístas es de terror, por lo que una manera de ponerle un marco al debate es preguntarse cuánto es posible recaudar. Hasta ahora, el análisis apunta a no más de 3 o 4 puntos del PIB por año, asumiendo que no se hará ajustes por el gasto. Por eso, no es trivial preguntarse de dónde va a salir la plata.
Se debe recordar que los manuales de economía nos enseñan que los objetivos de redistribución no se lo hacen con la política tributaria, que se debe concentrar en favorecer el crecimiento económico, sino fundamentalmente con el gasto social, que ha demostrado ser más eficiente para llegar a los más pobres.
Vamos por partes. La evasión y las exenciones es algo sobre lo cual hay que trabajar, pero apostar a que todos los puntos del PIB antes citados serán mediante esta fácil recaudación es bastante discutible. De su lado, los impuestos corporativos no son bajos, y en una coyuntura que deberíamos aprovechar los factores expulsores del capital en nuestros vecinos Colombia, Perú y Chile, es difícil subirlos sin afectar la actividad económica. Un impuesto a los altos patrimonios por una sola vez no genera ingresos permanentes y por tanto no resuelve los problemas de fondo del fisco que son gastos permanentes más que ingresos permanentes, y un impuesto patrimonial permanente tiene el problema de un mundo de capitales movibles. Por su parte, los impuestos a las personas en Ecuador recaudan mucho menos que en países de la OCDE y hay espacio para mejorar la recaudación, ya que en Ecuador se comienza a pagar desde un ingreso relativo más alto. La pregunta es cuán viable es políticamente hacerlo en la actualidad.
Sin ni siquiera cuestionar la necesidad de mayores recursos, ni las buenas intenciones del actual gobierno, abonando para el debate académico, se debe que recordar que los manuales de economía nos enseñan que los objetivos de redistribución no se lo hacen con la política tributaria, que se debe concentrar en favorecer el crecimiento económico, sino fundamentalmente con el gasto social, que ha demostrado ser más eficiente para llegar a los más pobres; de la misma forma que las propuestas de impuestos progresivos para despojar el capital de la burguesía de los inspiradores del socialismo Marx y Engels en la mismísima ex Europa socialista fueron sustituidos por impuestos del tipo “flat tax” con aplicación solamente a la distribución de utilidades, incentivando brutalmente la reinversión, que les permitió alcanzar excepcionales tasas de crecimiento en su momento y a la postre, una mayor recaudación de impuestos.
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