
El presidente Correa aseguró que quieren despojarlo del poder para buscar venganza. Así cualquier adversario, cualquier propuesta política, cualquier forma de participación electoral, afín o disímil al oficialismo, que opere al margen de su control es invariablemente opositora y por tanto toda oposición busca el poder para vengarse del correísmo.
“No vemos las cosas como son, sino como somos” dice el psicólogo hindú Jiddu Krishnamurti. El correísmo no hace más que definirse de cuerpo entero cada vez que levanta su dedo acusador. Ellos no ven las cosas como son; ven las cosas como ellos son.
El oficialismo ecuatoriano es autoreflectivo. Su autopoyesis consiste en insultar mirándose al espejo. Mientras ellos son la patria, la alegría y el progreso, todo lo que está por fuera de su imagen, siempre encarna la venganza.
Es el sistema que ha conseguido reproducirse, y mantenerse hasta hace poco, por el uso continuado y repetitivo de una narrativa copada de resentimientos. Siempre evoca la existencia de un enemigo imaginario que se enfrenta a su comunidad política obligatoriamente homogénea, supuestamente mayoritaria y disciplinada en una fe por un mesías inapelable dispuesto a martirizarse por la patria.
El resentimiento político es una ameba que se reproduce así misma. Su alimento es el mito de una lucha entre ellos y “los otros”. Ahora esos otros, que según Correa son un bloque compacto de traidores, buscan el poder para vengarse de él. Los otros, los no-correístas, quieren conseguir el triunfo en las próximas elecciones para volver a un pasado perverso donde los pobres no tenían oportunidad de dejar der ser pobres y donde la redistribución de la riqueza era una prohibición a favor de la acumulación en los ricos de siempre. Intentan conservar el poder apelando a este resentimiento, pero omitiendo a los nuevos ricos correístas o de los nuevos pobres hundidos por el gobierno de Correa.
En su narrativa ideológica no hay cabida para las interpretaciones plurales. En su imaginario, las oposiciones y otras opciones políticas no buscan colaborar en la transparencia pública, en un nuevo gobierno que incluya a los vulnerables o en una patria sin inequidades. Los otros son, como ellos, una masa compacta y antagónica. Pero los otros solo quieren el poder para saciar su sed de venganza o como diría el primer mandatario “los une el odio a Correa”. ¿Hay algo más petulante que afirmar este disparate?
En estos días, TeleSur, la cadena chavista financiada con impuestos de los países bolivarianos, se encuentra en una apasionada campaña de desprestigio a algunos de los opositores y críticos por desvelar graves denuncias de corrupción en contra del gobierno del presidente Correa.
Estos medios de comunicación, periodistas y actores políticos inmediatamente fueron descalificados. En la fantasía correísta todos los críticos son traidores. Por eso los oficialistas insisten en su teoría de que una nueva época para la política en Ecuador es imposible sin ellos. Ellos son la patria y lo demás, es la antipatria.
Cualquier opción política por fuera de sí mismos, para René Ramírez, supone siempre un deseo de venganza. Lo mismo ha dicho el presidente Rafael Correa añadiendo que la retorcida conspiración provendría, para todo caso, de la derecha.
Si ellos son la patria, el progresismo y la izquierda, por supuesto todo lo demás encarnará la traición, el retraso y la derecha más recalcitrante. El correísmo no acepta opciones intermedias, cooperación o diálogo entre fuerzas políticas para conseguir un gobierno de todos.
El siguiente capítulo de este cuento será popularizar la mentira de la guerra económica. Como en Venezuela, los bolivarianos en Ecuador querrán culpar a otros de sus torpes decisiones de gobierno. Y cualquier intento de fiscalizarlas estará dirigido, dirán ellos en tono de víctimas, a saciar esta “sed de venganza”.
@ghidalgoandrade
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