
Todo llega a su fin. Y no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Tampoco lo bueno y placentero son eternos. El final no es una calamidad sino parte de la existencia y también del bien. Las cosas tienen un comienzo y un final porque se hallan inscritas en el tiempo que es pasar, devenir, llegar a ser. Luego todo desaparece.
Finalmente han transcurrido los cuatro años de gobierno de Lenin Moreno y en pocos días tendrá que salir de Carondelet. Por su parte y como es lógico, desde hace unas semanas ha empezado a despedirse Innumerables veces al día, en todos los medios de comunicación.
Se justifica su empeño en que se reconozcan sus obras. Desde luego, no solamente hay que poner el huevo sino también hay que cacarearlo. Repetirlo no estaría de sobra. Lo primero que habría que señalar, y que no lo hace el gobierno, es que su período democrático sustituyó a ocho años de dictadura democrática de Rafael Correa. ¿Contradicción en los términos? No, porque Correa, desde su absolutismo, supo hacer helados calientes.
Correa está sentenciado. Pero vive en paz y hasta imparte lecciones de democracia allá y más allá.
Moreno ha rescatado la democracia. Y este es su mayor mérito. Seguramente, no le fue nada fácil virar la página del absolutismo y de la violencia correísta para implantar el régimen de la ley y de la democracia. Pero, también hay que reconocerlo, este viraje no fue total. Moreno gobernó con correístas y no sepultó políticamente a Correa y los suyos. Posiblemente sí habría podido hacerlo.
¿No se tratará de una despedida demasiado costosa para el país empobrecido por la corrupción, por aquellos que usaron nuestros dineros para enriquecerse? El dinero de la corrupción que nunca, pero nunca-nunca, regresará a las arcas del país.
La pandemia se ha encargado de develar lo que en realidad acontece tras bastidores. En ese lugar en el que el hambre, la falta de empleo, la insalubridad hablan los verdaderos lenguajes del pandémico virus de las pobrezas, de los endémicos abandonos sociales y políticos. Las autoalabanzas no son suficientes. Obras son amores y no buenas razones. ¿Qué atención eficaz y duradera se ha brindado a los problemas emergentes y cruciales de los estratos populares que apenas si tienen para comer en medio de la crisis de Coronavirus?
¿No se tratará de una despedida demasiado costosa para el país empobrecido por la corrupción, por aquellos que usaron nuestros dineros para enriquecerse? El dinero de la corrupción que nunca, pero nunca-nunca, regresará a las arcas del país.
En los últimos tiempos, toda una vida política de despilfarro. Tiempo de latrocinio devenido en característica, marca registrada, de nuestra política. Hay honorables excepciones que no es necesario mencionar porque el país las reconoce. Toda una vida política de corrupción inimaginable, como la del correato. En estos cuatro años no se han recuperado los millones robados. Desde luego, efecto de una justicia que oportuna y adecuadamente fuera armada por el correato y que sigue, en buena parte, impartiendo justicia en el país.
País con muchas limitaciones económicas y sociales. La pobreza nos acompaña desde el primer día de la República. Los pobres son más. Los pobres no se alimentan de promesas que no se cumplen, ni de esperanzas hueras. Los pobres necesitan vivienda, pan, trabajo y salud. Los pobres no quieren ser cada vez más engañados con falsas promesas de políticos inmorales que no se cansan de cantar las bienaventuranzas de un país que no existe sino en el lado perverso del discurso.
Toda una vida de hambre, de pobreza extrema. Toda una vida de esperar inútilmente al redentor que nunca llegará. Porque la redención no viene de fuera. Está en cada uno.
Se va el presidente Moreno y el país no es mejor económicamente. Sin duda, la pandemia constituye un factor sumamente importante y que dio al traste con más de un proyecto social. Pero la verdadera y más grave de todas las pandemias, presidente Moreno, es la corrupción.
Es cierto que usted, presidente Moreno, heredó un país atravesado por la más grande de las corrupciones construida y vivida en el correato. Pero usted fue parte activa del de ese régimen. Y seguramente conocía bien todo lo que acontecía tras bastidores. Al comienzo, dio la impresión de que rompía lanzas con su antecesor. Pero solo se trató de escaramuzas inaugurales. El mal estuvo siempre en su gobierno. Pero no es solo culpa suya. También de nosotros que lo toleramos.
Presidente, el dinero que usted gasta en su despedida quizás debió ser invertido en ayuda a los pobres, a los desprotegidos, a los que no tienen qué poner en la olla de cada día. Entonces, muchos sonreirían y lo agradecerían de verdad. Presidente, primero vivir, después filosofar.
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