
Es periodista y docente universitario. Licenciado en Comunicación Social y máster en Tecnología Educativa y Competencias Digitales. Vive en Los Ríos.
En las recientes semanas me atrapó un serial delictivo donde se atiende los más ruin en diferentes niveles de gobierno, funciones e instituciones públicas de un país tan similar al nuestro. En la historia pude conocer sobre una clase política que no solo le robó a su pueblo en época de bonanza, donde la plata les llegaba a borbotones: serie anterior donde el líder de una organización criminal invocaba a sus secuaces robar todo menos la esperanza. En la presente también le roban al pueblo en su tragedia.
En tan despreciable y a la vez cautivante serial (con repetidos actores de la anterior titulada Los c(h)orreistas), los políticos le roban al pueblo en mitad de la muerte, dolor y hambre. Roban sin compasión a quienes dicen proteger y por ellos trabajar. Una disgregación: mientras veía el más reciente capítulo mi esposa susurró “malditos, mil veces malditos…ojalá paguen tanto daño a esa gente”. La miré y le dije que el peor castigo para ese tipo de ladrones, disfrazados de políticos, es quitarles todo lo robado y vayan a prisión.
Al que le llaman Contralor que le cambien pasado y compromisos. A los de una “mesa chueca” (así denominan un sitio de reunión) se los mande por el caño de la historia por resultar un fiasco. Que los legisladores legislen en favor de las mayorías y no a cambio de hospitales, como botín de corrupción.
Pero para que esto suceda, quienes seguimos la serie deberíamos aportar al guión de esa casi ficción. Como la historia se desarrolla de acuerdo al vaivén de las presiones, por ejemplo, exigir que la Fiscal -actriz principal de este serial delictivo- deje de mirar para un solo lado y mire hacia los grandes mafiosos que controlan todo lo ilícito, desde mucho antes de la serie Los c(h)orreistas. Obligarles a los libretistas entreguen a los jueces honestidad y valor en capítulos cruciales.
Al que le llaman Contralor que le cambien pasado y compromisos. A los de una “mesa chueca” (así denominan un sitio de reunión) se los mande por el caño de la historia por resultar un fiasco. Que los legisladores legislen en favor de las mayorías y no a cambio de hospitales, como botín de corrupción.
En la parte final de este serial sería de sugerir pierdan los ladrones en las urnas y surjan políticos honestos, comprometidos a favor de su pueblo. Solo ahí, todos los cambios que, tanto en la ficción como en la realidad, pedimos sucedan, empezarían a darse.
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