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7 de Febrero del 2023
Ideas
Lectura: 7 minutos
7 de Febrero del 2023
Gonzalo Ordóñez

Es licenciado en Sociología y Ciencias Políticas por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito; Magíster en Comunicación, con mención en Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación por la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.

Sexo, mentiras y política
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Es falso que la pandemia nos cambió para siempre, el mundo venía transformándose desde antes, pero con una dinámica lenta que la pandemia empujó con violencia; junto con una crisis de salud mental que solo incrementa la sensación de inseguridad.

Mi casa, mis reglas. La frase está bien cuando tienes 15 o 17 años; a los 30 su aplicación resulta moralista y autoritaria. Lastimosamente es más común de lo que creemos.

La infotecnología, infobiología, Inteligencia Artificial, Internet de las cosas mucho antes de la pandemia estaban transformando todos los sistemas institucionales y productivos. Los primeros afectan a la gobernabilidad y los segundos al empleo.

Con respecto al empleo, la humanidad se enfrenta a que en las próximas dos décadas se substituirán la mayoría de trabajos por sistemas automatizados; ni siquiera la máquina estatal, el gran empleador de los populismos, podrá contra el avance tecnológico. Es como empeñarse en mantener a cobradores en casetas, mientras el telepeaje ahorra millones de dólares en pensiones.

Es falso que la pandemia nos cambió para siempre, el mundo venía transformándose desde antes, pero con una dinámica lenta que la pandemia empujó con violencia; junto con una crisis de salud mental que solo incrementa la sensación de inseguridad.

En estos contextos, los jóvenes adultos que siguen en casa de sus padres suelen tener dificultades para conciliar criterios morales del mundo industrial, con sus experiencias de interacción híbrida, transitando tanto por las pantallas como por los territorios locales y con dinámicas sociales que favorecen los encuentros y las experiencias personales.  

Cuando se producen cambios civilizatorios, como los que estamos atravesando, las morales particulares se resienten. Esto significa que la cultura se desplaza a otra parte y las reglas de convivencia también. Un ejemplo es María Fernanda Vargas, creadora de contenidos sexuales en la plataforma Onlyfans, quien ganó la alcaldía de Simón Bolívar, a pesar de la ola de prejuicios durante la campaña.

Preguntas sexistas como ¿con cuántos te acostaste? son de neandertales. En la actualidad, algunas interrogantes indagan sobre: si estás de acuerdo con el poliamor, la experiencia swinger o los límites y posibilidades del BDSM (bondage, disciplina, dominación, sumisión, sadismo y masoquismo). Estas últimas prácticas, en particular la sumisión, cuestiona absolutamente la masculinidad dominante y sacude los cimientos de la sexualidad estándar, siempre que se efectúe bajo un estricto consenso y respeto. Para todos estos cambios se necesita educación y apertura mental, los dos van de la mano.  

La serie 100 días para enamorarnos, en Netflix, cuenta la historia de un matrimonio de abogados de mucho éxito, que se especializan en divorcios; por lo que esta pareja de “licenciados”, antes de poner fin a su unión, firman un acuerdo de separación por 100 días, que les permita averiguar si quieren seguir juntos o separarse definitivamente.

Incapaces de asumir la verdad de nuestros sentimientos y deseos, la política es un reflejo de la deshonestidad con la que vivimos la sexualidad en nuestras relaciones interpersonales; a menudo, las relaciones abiertas se confunden con falta de compromiso y así se justifica la traición.

Dicha serie es un reflejo de la situación actual: padres sin los límites morales y prácticos del matrimonio tradicional se pierden o encuentran, cualquiera sea el caso, en una vorágine de relaciones sexo-sentimentales. La crisis del mundo adulto se muestra realista hasta el ridículo, se la pasan mintiendo entre ellos, a sus hijos y nuevas parejas.

Desde mi lectura, los adolescentes conocen mejor las reglas del juego, puesto que la sexualidad y el matrimonio no están fundidos para ellos, es más importante la aceptación de su identidad sexual como en el caso de Alex, otro personaje de la serie que se reconoce trans, el proceso que sigue en la historia es bello y aleccionador.

El mérito de la serie es mostrar que el acto sexual no es la medida del amor y que la fidelidad como el amor mismo es una decisión, porque en una sociedad líquida, como señala Zigmut Bauman, los vínculos humanos se tornan frágiles y móviles.

¿Para qué aceptar el riesgo de un compromiso emocional, si el fracaso es doloroso y poco aleccionador?

Vivir de experiencia en experiencia elude temporalmente la necesidad del cerebro de encontrar una pareja, pues evolutivamente fue diseñado para la reproducción; aunque ahora no sea necesario gracias a toda la tecnología anticonceptiva. Sin embargo, tarde o temprano, la oxitocina fija una persona, la serotonina te hace sentir feliz, la dopamina hace palpitar el corazón. Todo se resuelve en una decisión personal: el riesgo comprometido o el deseo diluido.

¿Qué tiene que ver esto con la política?

Conformamos una sociedad con escasa capacidad de aceptación, juzgamos a los homosexuales, trans; rechazamos las prácticas sexuales como el BDSM; estigmatizamos el trabajo sexual que alimenta a miles de familias. En conclusión, vivimos los estereotipos y los prejuicios como verdades.

Pero eso sí, en nuestra intimidad mentimos a nuestras parejas, salimos en silencio aferrados a deseos que eluden la inconformidad con la relación o nosotros mismos. Embustes para para evadir el compromiso, que siempre existe en cualquier relación: el poliamor, por ejemplo, exige más compromiso, que el de una pareja, para evitar heridas que provoquen celos y mentiras.

Incapaces de asumir la verdad de nuestros sentimientos y deseos, la política es un reflejo de la deshonestidad con la que vivimos la sexualidad en nuestras relaciones interpersonales; a menudo, las relaciones abiertas se confunden con falta de compromiso y así se justifica la traición.

Vivimos la época de la traición a las ideas propias, la familia, los amigos y las parejas; ¿acaso la corrupción es la peor de las traiciones?, ¿cómo nos acostamos con quien roba el dinero de todos?, ¿cómo le damos un beso sin tener asco?

La sexualidad es un hecho político, tiene que ver con la libertad de elegir con quien se comparte el cuerpo; no es necesario casarse, ni siquiera continuar con una relación emocional, pero sí comprometerse con el ser humano que compartes la cama, aunque sea por una noche. Además, la sexualidad es un indicador subterráneo del grado de democratización y aceptación humana. 

Cuando todos somos corruptos, nadie lo es, así como la infidelidad mutua es menos amarga.

 

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