
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
¿Alguien tenía dudas respecto del espíritu conservador de la sociedad ecuatoriana? Pues si quiere absolverlas, puede revisar la última votación en la Asamblea Nacional en contra de la resolución de la Corte Constitucional a favor de los derechos sexuales de los adolescentes. Una mayoría de representantes del pueblo (porque, en rigor, eso son) se alineó con las posturas más retardatarias a propósito del tema.
¿Lo hicieron por convicción o por simple cálculo electoral? Probablemente por lo segundo, porque perciben que la mayoría de la población los apoya. O porque, en efecto, conocen las preferencias ideológicas de la gente.
En ese contexto, el panorama de las libertades civiles luce sombrío. Peor aún cuando examinamos los contenidos del debate mediático y virtual que se desató como correlato de la votación parlamentaria. Los argumentos de los sectores provida se cobijaron bajo el moralismo más recalcitrante y el alarmismo más tendencioso. La absolutización de ciertos valores (como que la abstinencia forja personalidades exitosas) estuvo intercalada con referencias estadísticas antojadizas (como que la disposición de condones incrementa la promiscuidad sexual de los jóvenes).
Fue por demás evidente que la información verificable sobre la sexualidad de los adolescentes en el Ecuador ha sido hábilmente solapada. Para estos sectores fuertemente ideologizados, poco importan los graves indicadores sobre embarazos adolescentes y mortalidad de niñas-madres, que colocan al país en una posición vergonzosa a nivel internacional. En 2010 había 122.301 madres adolescentes; en 2011, del total de muertes maternas 14% correspondió a adolescentes. Desde un confesionalismo anacrónico e indolente, seguramente estas vidas truncadas sean el efecto secundario de la integridad moral, el costo que paga una sociedad por mantener una normatividad sacralizada.
En un momento en que el Senado argentino se apresta a debatir una ley para legalizar el aborto, en el Ecuador deshojamos margaritas entre la santidad y la pureza. Nos sentimos orgullosos de instalarnos en el Concordato garciano, porque pone distancia con la Inquisición. Los detractores de la libertad sexual bien podrán argumentar que entre el fundamentalismo medioeval y el ultraconservadurismo existe un avance. Y, orondamente, podrán darle la espalda a la evolución de los derechos en el siglo XXI.
Los inquisidores inmolaban la ciencia porque les obligaba a aceptar un mundo diferente; los grupos provida inmolan los derechos porque temen admitir que el mundo cambia, que la realidad es más obstinada que los prejuicios. Sueños de perro: los jóvenes seguirán construyendo su propia libertad.
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