En la actual estructura política del Ecuador, técnicamente el Vicepresidente hace lo que el presidente le delegue, amplísimo rango jurídico que puede ir desde florero incómodo hasta gerente propietario de los sectores estratégicos. En la práctica, como nos consta, un buen Vicepresidente puede con paciencia y modestia encontrar un sólido camino hacia su propio mandato y, una vez consumadas las elecciones, dejar al antecesor vehemente con palmo de narices o patada en el fundillo.
El problema es que en el berenjenal político que nos define, la conspiración es un hábito pernicioso y adictivo. En el viscoso escenario político que tiene el actual Presidente “cualquier resbalón es caída” y he allí el dilema de armar una terna potable. La palabra clave en este caso, sería confianza y tendría mucha lógica, porque el país ya no aguanta melodramas. Así que señor Presidente, no importa si su terna es perita en dulce que le guste a todos, es suficiente con que no haya alacranes en la bragueta, ni cangrejos en el balde, ni grillos en olla, ni sirenas cantarinas, ni perros de hortelano.
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