Hasta pena me da, dice la canción ¿cómo no va a dar pena si este país está atrapado en un lamentable pregón de salsa setentera? Estamos plagados de funcionarios que dedican toda la energía y recursos públicos a la gestión de las malas mañas. La Asamblea se especializa en encontrar los tecnicismos para impedir la fiscalización. La Fiscalía es experta en matar ratones a cañonazos acusando bajito a los grandes corruptos. En menos de una semana, la Procuraduría General del Estado abandona el juicio del año, en el que se supone tiene información clave. El Secretario de la Presidencia dice suelto de huesos que en realidad perdieron las elecciones y no le jalan ni las orejas. El Superintendente de Comunicación en su propio reino paralelo, crea la causa, acusa, juzga, condena e impone multa millonaria sin rastro de vergüenza y nadie que se lo impida.
Lo más grave, es que esa conducta política se replica en cada institución donde se asume como tarea principal, la propia película de conspiraciones internas y disputas irresponsables. El país se desmorona en el revuelto río de las intrigas donde pescan los sapos y navegan los filibusteros. Los ciudadanos de a pie, acumulamos frustración con el espectáculo y alcanzamos a tararear bajito: “tengo pena contigo, yo comparto tu condena; también espero el grito que romperá las cadenas…”
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