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27 de Junio del 2022
Ideas
Lectura: 13 minutos
27 de Junio del 2022
Julian Estrella López

Ingeniero Ambiental por la Universidad de Cuenca. Maestro en Ciencias de la Sostenibilidad por la Universidad Nacional Autónoma de México.

¡Somos! ... ¡Seremos! … ¡Soy!: El apoyo al paro indígena: entre el cinismo y la coherencia
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Muchas de las personas que hoy apoyan el paro y las demandas históricas del movimiento indígena, durante 10 años, entre 2006 y 2016, no solo que no lo hicieron, sino que, además, legitimaron y hasta aplaudieron todos los ataques sistemáticos del gobierno de entonces contra el movimiento indígena

Somos. Colectividad.

Seremos. Trascendencia.

Soy. Individualidad y coherencia.

 

  1. El paro indígena

 

Y tam, si supieras, Amigo de mi angustia,

cómo foeteaban cada día, sin falta.

"Capisayo al suelo, calzoncillo al suelo,

tú, boca abajo, mitayo. Cuenta cada latigazo".

Yo, iba contando: 2, 5, 9, 30, 45, 70.

Así aprendí a contar en tu castellano,

con mi dolor y mis llagas.

En seguida, levantándome, chorreando sangre,

tenía que besar látigo y mano de verdugos.

''Dios se lo pague, Amito", así decía de terror y gratitud.

Las heridas abiertas hace 500 años en este país y en este continente siguen sin cerrarse. Mientras la población indígena continúe siendo la más empobrecida, marginada, excluida y discriminada, esas heridas no se cerrarán, y no podremos llegar a ser el país intercultural y de paz que quisiéramos ser. Mientras no nos reconozcamos como iguales en derechos y oportunidades, y enormemente ricas y ricos en nuestra diversidad, el “diálogo” y los “acuerdos” serán simples pretextos para posponer la discusión de fondo: el resarcimiento por el despojo, la justicia social, la igualdad en libertad, la libertad en igualdad. La población indígena representa el 8% de la población total del país, aunque el dato esté distorsionado por la discriminación imperante que no contribuye a una mayor autoidentificación; aun así, el dato de pobreza es contundente: más del 60% de personas autoidentificadas como indígenas viven por debajo de la línea de la pobreza; en otras palabras, aunque son menos del 8% de la población, las comunidades indígenas representan la quinta parte de la población en situación de pobreza. Otro dato es que el coeficiente de Gini por acceso a tierra en Ecuador es de 0.81, lo que quiere decir que el 19% de habitantes son propietarias/os del 81% de las tierras aptas para el aprovechamiento humano; en el caso de las comunidades indígenas, no solo que en muchos casos no tienen propiedad sobre la tierra, sino que muchas de ellas todavía habitan en haciendas o latifundios, como en el año 1600; igualmente, otras comunidades han visto dramáticamente reducidos sus territorios ancestrales debido al avance de la frontera extractivista.

La situación general del país también es alarmante. Los índices de inseguridad y violencia son históricamente altos, con 1490 crímenes violentos entre enero y mayo. El deterioro en la atención en salud es palpable: despidos de médicas y médicos, falta de medicinas e insumos y colapso de la infraestructura en hospitales. Solo 4 de cada 10 ecuatorianas tienen un empleo adecuado. En educación, 85.000 jóvenes se quedaron sin cupo para acceder a la universidad este año, a pesar de la promesa gubernamental de mejorar el sistema de cupos. No es la única promesa incumplida por el gobierno: a pesar de ofrecer garantizar los derechos de las mujeres y respetar la sentencia de la Corte Constitucional, el presidente vetó el proyecto de Ley de Interrupción del Embarazo en casos de violación, estableciendo restricciones al acceso efectivo al aborto a las niñas y mujeres sobrevivientes de la violencia sexual. El escudo del gobierno, la exitosa vacunación y la proyección de crecimiento de la economía (4,3%), no bastan, pues la reactivación económica y el supuesto saneamiento de la economía no han tenido efecto para la mayoría de personas, por el contrario, como en la mayoría de países, existe la sensación de un aumento de la desigualdad como fruto de la pandemia.

Cómo no voy a luchar si tengo todo para luchar, si tengo luna, si tengo sol, si tengo al pueblo en mi corazón.

Teniendo todas las razones para protestar y luchar, al ver las manifestaciones del movimiento indígena y quienes se les han sumado, no dejan de surgir preguntas. Sobre las formas, sí, pero también sobre el fondo. Las formas: morteros artesanales, cables para degollar motociclistas, ataque a florícolas, impedir el pase de ambulancias, ataque a pequeños comercios… y la contaminación absurda y terrorífica del agua en Ambato. Puede ser que no todos estos ataques vengan del movimiento indígena y quienes les apoyan, pero no se puede negar que han ocurrido, y que ha sido el paraguas de sus movilizaciones. El fondo… Analizar y reflexionar acerca de las exigencias de la CONAIE no es el objetivo de este texto, más allá del reconocimiento y apoyo a las demandas históricas de las comunidades indígenas. El objetivo, más bien, es interpelar a quienes se han sumado a la causa del movimiento indígena, de fondo.

  1. La coherencia

Cuando el apoyo es genuino y constante, cabe suponer que este se traduce no solo en sumarse a una movilización, sino en acciones cotidianas. Si se exige detener las licitaciones petroleras, en lo cotidiano se debería buscar alternativas a los combustibles fósiles; si se quiere apoyar a las y los productores campesinos, se podría preferir adquirir sus alimentos, deseablemente agroecológicos, en lugar de recurrir a mercados y supermercados donde la ganancia se acumula en el proceso de intermediación; si existe preocupación por el retroceso de páramos, bosques y selva, sería lógico pensar que también se da un cuestionamiento al consumo de carne, principal causa de deforestación y erosión; si se busca apoyar la economía rural, sería deseable fortalecer el (eco)turismo rural comunitario, dándole preferencia sobre el turismo internacional o de lujo. Ni cabe decir que, para apoyar a las comunidades indígenas y campesinas, lo primero debería ser conocer sus múltiples realidades, experiencias, historias, formas de vida, culturas y visiones. Y cuántas más formas de apoyar a las comunidades indígenas habrá, más allá de plegar a un paro nacional…

¿Será que algo de lo anterior sucede en la práctica? Es difícil creerlo. 

Las personas que están en el paro apoyando al movimiento indígena exigen detener el avance de la frontera petrolera y al mismo tiempo reclaman que se mantenga el subsidio a la gasolina y al diésel; ¿de verdad no hay otra demanda que hacer al Estado para que cumpla su responsabilidad de disminuir las brechas sociales? ¿una que no siga poniendo a la Pachamama, recurrente en sus consignas y canciones, bajo brutal presión? Tampoco se evidencia una línea discursiva ni mucho menos de acción que apoye a la ruralidad: la producción agroecológica, las redes de comercialización e intercambio, el cooperativismo y el turismo rural comunitario son temas pospuestos, no solo por el gobierno y el estado, también por esa ciudadanía activa para apoyar un paro indígena, pero pasiva para construir una alternativa real al sistema político-económico actual.

¿Qué nos asegura que las personas que hoy apoyan al movimiento indígena, pero que callaron y aplaudieron la represión durante 10 años, no volverán a hacerlo?

3. El cinismo

La coherencia es una lucha individual, difícil, constante y cotidiana. Sin embargo, en el apoyo al paro no solo entra en discusión la coherencia: también hay cinismo. Muchas de las personas que hoy apoyan el paro y las demandas históricas del movimiento indígena, durante 10 años, entre 2006 y 2016, no solo que no lo hicieron, sino que, además, legitimaron y hasta aplaudieron todos los ataques sistemáticos del gobierno de entonces contra el movimiento indígena, y todos los retrocesos para las comunidades indígenas y campesinas que ese gobierno causó.

Algunos ataques: la represión brutal en Dayuma, el allanamiento violento y con tratos crueles y degradantes en Saraguro, el desplazamiento forzado de Nankintz, entre otros 5 ataques armados a poblaciones indígenas; las muertes de José Tendetza, Freddy Taish y Bosco Wisum; las agresiones a dirigentes indígenas; las más de 280 violaciones de los derechos humanos, los 5630 casos de criminalización de la protesta social (solo entre 2014 y 2017, con el nuevo COIP: 2187 personas acusadas del delito de ataque y resistencia, 198 de paralización de servicios públicos, 43 de terrorismo); el casi desalojo de la casa de la CONAIE; la desvalorización de las demandas indígenas porque tal población “es menos del 7%”; la cooptación de organizaciones de base y creación de organizaciones paralelas a las oficiales del movimiento indígena… y cientos de sabatinas y discursos oficiales acusando a indígenas de ser prepotentes, abusivos, politiqueros, infantiles y terroristas.

Algunos retrocesos: las escuelas del milenio y el cierre de escuelas interculturales bilingües y escuelas comunitarias, los hospitales del milenio y el cierre de centros de salud comunitarios, la Ley de Minería, la Ley de Tierras y la Ley de Aguas, los programas socio bosque y socio páramo utilizados para colonizar tierras ancestrales, la traición a la iniciativa Yasuní y la invasión de los territorios de los Pueblos en Aislamiento Voluntario, la invasión de territorios de comunas ancestrales del ecosistema manglar, los 5 megaproyectos de extracción minera metálica… Sin contar con todas las oportunidades perdidas y dilapidadas en corrupción, despilfarro, sobreprecio y programas clientelares.

El cinismo es grave, porque implica necesariamente un no reconocimiento de errores, y la posibilidad de volver a legitimar acciones antidemocráticas y retrocesos en derechos. ¿Qué nos asegura que las personas que hoy apoyan al movimiento indígena, pero que callaron y aplaudieron la represión durante 10 años, no volverán a hacerlo? Cuestión de que regrese al poder su líder o agrupación política para que vuelvan a acusar a dirigentes indígenas de seguir la agenda de la CIA, a desconocer al movimiento indígena como interlocutor válido, a renegar del derecho a la resistencia e incluso a aplaudir la represión y criminalización de la protesta social.

  1. Diciendo, haciendo

Tal vez no sean mayoría las personas que apoyan de manera oportunista al movimiento indígena. Y hay otro grupo grande, que probablemente se está integrando a la lucha social, y que no podría haber resistido los embates mencionados contra las comunidades, pueblos y nacionalidades: las universitarias y los universitarios. “La U es Pueblo”, es su bandera de lucha. Lastimosamente, no hay acciones que respalden la consigna más allá de las movilizaciones sociales. Parecería que la “U es Pueblo” solo durante los paros. El resto del año, ¿cuántos proyectos de vinculación e incidencia en comunidades plantean las organizaciones estudiantiles? ¿Qué han hecho para motivar que las tesis, proyectos de investigación y artículos científicos que se publican en la U sirvan a las comunidades y a la sociedad en general, y no se queden guardadas en archivos digitales, como sucede en la gran mayoría de casos? ¿Qué proyectos han planteado para apoyar a las organizaciones de productoras y productores del campo?

Diciendo, haciendo, diciendo, haciendo, diciendo, haciendo, ¡karaju! 

 

El anterior es una de las consignas más importantes del movimiento indígena. Que sea esa la búsqueda, de todas y todos.


Regreso desde los cerros, donde moríamos

a la luz del frío.

Desde los ríos, donde moríamos en cuadrillas.

Desde las minas, donde moríamos en rosarios.

Desde la Muerte, donde moríamos en grano.

Regreso…

 

[PANAL DE IDEAS]

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Alfredo Espinosa Rodríguez
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Giovanni Carrión Cevallos
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