
Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar. Trabaja en Letras, género y traducción.
Un hombre de unos cincuenta años, clase alta, diríamos, circula por el centro histórico con unos veinte hombres más en varios vehículos de lujo que forman una caravana. Andar en gallada siempre da mayor seguridad. Afuera, por la calle, pasa un muchacho. Va con su madre. El muchacho mira los automóviles y, en señal de protesta, les hace dos señas: primero baja los pulgares, luego les cruza el brazo con el otro y alza un puño, lo que llamamos “dar yuca”. Sigue su camino, pero pronto se percata de que esos hombres que van dentro de los autos de lujo le van a buscar bronca. De todos esos hombres, que son muchos más que él, se baja primero uno. Se enfrenta al muchacho, lo agarra del pecho y lo zarandea. Enseguida aparecen varios hombres más a su lado. Son más, son muchísimos más. Son 8 a 1, diríamos. Entre todos ellos, más fuertes, más grandes, más bronquistas, amedrentan al muchacho. Pelea callejera con cargamontón. Las galladas se paran duro cuando están contra uno solo.
La otra manera de contar la historia: Rafael Correa circula por el centro histórico con su escolta y su seguridad en varios vehículos de lujo que forman una caravana. Andar protegido siempre da mayor seguridad, en caso de que aparezca alguien como Jaime Guevara. Afuera, por la calle, pasa Luis C. Va con su madre. El muchacho mira los automóviles y, en señal de protesta, les hace dos señas: primero baja los pulgares, luego les cruza el brazo con el otro y alza un puño, lo que llamamos “dar yuca”. Sigue su camino, pero pronto se percata de que la seguridad del Presidente que van dentro de los autos de lujo está por detenerlo en la calle. De entre todos esos hombres, que son muchos más que él, se baja Rafael Correa. Se enfrenta al muchacho, lo agarra del pecho y lo zarandea. Enseguida aparecen varios hombres de la escolta y de seguridad a su lado. Son más, son muchísimos más. Son 8 a 1, diríamos. Entre todos ellos, más fuertes, más grandes, más bronquistas, amedrentan al muchacho. No es una pelea de barrio. Se trata de una agresión del presidente de Ecuador contra un menor de edad y su madre.
Este es el testimonio de Luis C., el menor de edad agredido por el presidente, que circula por ahora en Youtube. Según su denuncia, el día 1. de Mayo la caravana presidencial se detiene en la calle Flores y Rafael Correa baja de uno de los automóviles. “Aprende a respetar, muchachito, yo soy tu presidente, muchachito malcriado”. “Le temblaba la mano y se le salían las lágrimas”, narra Luis. “A mi mamá le han agredido y le llevaron detenida más tarde”. “Ya en la UPC de la Matovelle, había más o menos seis policías, más gente de la Dinapen, 2 de civiles, un asesor del ministro del Interior.” “Luego de eso me llevaron a la Unidad de Flagrancia. Me hacen declarar ante el fiscal, me hacen examen médico, me dan defensor público y todo lo de ley. Pero después, en el parte no hacen constar lo que dije.”
“Sepamos asumir a los rivales”, dice Correa en el enlace ciudadano del 2 de mayo cuando habla de quienes se le oponen. ¿Un muchacho de 17 años de a pie puede considerarse un adversario digno de desplegar el aparato de seguridad presidencial? ¿Qué clase de miedo le puede tener un hombre con tanto poder a un joven que pasa por la calle y le hace señas?
Lo llaman “muchachito malcriado”, le dicen que necesita correazos. Es realmente grave respaldar con esos comentarios una agresión como la que denuncia Luis C., porque entonces eso significa que toda acción “desatinada” debe castigarse con amedrentamiento y detención. No se habla de reflexión, de discutir lo que ha sucedido, de aprovechar la ocasión para educar, etc. La desproporción es alarmante. Detención para un menor de edad que hace una seña en la calle. Y tenemos un grado tan alto de tolerancia de la violencia que pensamos que esto es normal y justificable. Pero bueno, ya lo dijo Augusto Espinosa el 17 de septiembre respecto a los estudiantes del Mejía: si protestan, que sean machitos para asumir las consecuencias. Eso lo dice quien está al frente del Ministerio de Educación de este país, esos son sus criterios. Ahora, Luis C. debe cumplir 20 horas se servicio comunitario por haber hecho “gestos obscenos”.
“Yo soy tu presidente”. Eso es cierto y es lo más desolador. Esta persona, descrita en esta agresión, es nuestro presidente.
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