
Economista y Magister en Estudios Latinoamericanos.
@giovannicarrion
La economía ecuatoriana antes de la crisis sanitaria generada por la Covid-19 ya venía experimentando un estancamiento importante, tanto así que, en el año 2019, el PIB apenas varió en 0,1%, es decir, registró un nulo crecimiento. Luego en el año 2020, agravado por la pandemia, el PIB se desplomó en un -7,8%.
Como vemos, hay una enorme contracción del aparato productivo lo cual, en la práctica, ha generado un deterioro de los indicadores no sólo económicos sino también sociales, como en el caso del combate a la pobreza en el que hemos experimentado un retroceso de al menos dos décadas. Lo cierto es que ahora la pobreza y la pobreza extrema han escalado a niveles ciertamente preocupantes.
De otro lado, la expectativa de crecimiento del PIB para el año 2021 es de 2,8% si se cumplen algunas condiciones en temas de consumo interno, inversión, gasto público, etc.
Lo concreto es que a la fecha hay una economía que no logra despegar adecuadamente. Es notoria la contracción de la demanda agregada. El Presidente de la República ha hablado de promover un shock de inversiones para generar empleo y con ello levantar la demanda y consecuentemente la oferta, como parte de un circulo virtuoso y dinámico de la economía.
Pero para estimular la inversión local y extranjera deben crearse condiciones de confianza y seguridad que permitan minimizar al inversor los riesgos que están atados a toda actividad económica. Pero también, en este aspecto, debe promoverse la reducción de las tasas de interés como una condición sine qua non.
Indudablemente, es difícil con ese nivel de tasas de interés promover inversión y actividad productiva en el Ecuador. El propio presidente Guillermo Lasso ha hecho un exhorto a que las instituciones financieras bajen las tasas de interés.
Debemos tener presente que el actual nivel de tasas de interés activas referenciales son absolutamente incongruentes con ese propósito. Basta revisar el boletín mensual del Banco Central para encontrarnos que, las tasas activas referenciales que cobran las instituciones financieras por segmento, son significativamente elevadas y más aún dentro de un esquema dolarizado de la economía.
Verbigracia, el microcrédito minorista llega a 28,20%; crédito de consumo a 17,30%, crédito productivo PYMES a 11,83%; crédito inmobiliario a 11,33%, entre otros.
Y frente a estas tasas activas, las tasas pasivas, en cambio, se ubican, en depósitos de ahorro en 1,10% anual, depósitos a plazo en 5,52%.
De esos números podemos leer que la gran brecha entre tasas activas y pasivas lo que promueven son ante todo utilidades para las instituciones financieras que, en el año 2020, es decir, en el pico más alto de la pandemia, alcanzó a USD. 233 millones y en el año 2019, cuando el PIB creció tan sólo el 0,1%, las utilidades de la banca fueron de USD. 616 millones.
Indudablemente, es difícil con ese nivel de tasas de interés promover inversión y actividad productiva en el Ecuador. El propio presidente Guillermo Lasso ha hecho un exhorto a que las instituciones financieras bajen las tasas de interés. Pero ese exhorto, como muchas cosas en el país, hasta ahora no ha pasado de eso, es decir, de una declaración en búsqueda de rédito político pero que no logra cristalizarse en una realidad.
Si de verdad lo que se quiere es apoyar al emprendimiento y a la inversión en general, deben regularse las tasas de interés hacia la baja. No hay otra salida...
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]

NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]



[MÁS LEÍ DAS]



