
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
En las próximas elecciones de 2023 las encuestas volverán a equivocarse. Por una sencilla razón: no tienen la capacidad de medir la velocidad de la comunicación electrónica. Es decir, no logran detectar la dinámica de unos mensajes que en menos de veinte segundos pueden influir en las decisiones colectivas.
Las elecciones de 2021 fueron las primeras en las que Tik Tok irrumpió exitosamente en el escenario político, a tal punto que Guillermo Lasso se vio forzado a cambiar su estilo convencional y acartonado por unos videítos que bordearon el ridículo. Solo así logró ganar en la segunda vuelta. Poco les importó a sus asesores la completa desnaturalización del candidato. Los votos estaban en un segmento de la población que responde desde lógicas electorales diferentes.
Los adictos a Tik Tok proliferan como hongos. Hasta el mensaje más ramplón sirve. Si más del 30% de electores comulgan con esa forma de comunicación, las posibilidades de éxito se incrementan. Y eso solo lo miden las urnas.
Hoy, la efectividad de Tik Tok haría enrojecer de vergüenza a los más refinados demagogos del siglo pasado. Ya no se trata de sustituir contenidos con expresiones verbales seductoras y engañosas. Ahora se cambia el propio lenguaje: la imagen sustituye a la palabra, la pulsión reemplaza a la reflexión. La velocidad de los procesos es la clave. Las encuestas, que son una radiografía de un momento determinado, se vuelven obsoletas antes de su tabulación. Las fotografías, ese registro estático de la realidad que hasta fines del siglo XX todavía conservaban cierta vigencia explicativa e interpretativa durante un tiempo, hoy se desvanecen de forma inmediata arrasadas por el frenesí de la información.
En su libro Los años, Annie Ernaux, la escritora francesa recientemente galardonada con el premio Nobel de literatura, plantea que Internet provoca la desaparición de la profundidad del tiempo. Terminamos viviendo en un presente infinito. Las encuestas, al contrario, necesitan de una mínima diferenciación de tiempo, porque intentan detectar una situación ya pasada para actuar sobre el futuro. Requieren de un proceso de análisis. ¿Qué opinará Annie Ernaux a propósito de Tik Tok, una aplicación inexistente cuando ella escribió su libro?
Los grandes discursos de la modernidad, entendidos como sistemas de ideas para explicar el mundo, están naufragando frente a la banalidad de los mensajes en las redes sociales, particularmente en el mundo de la política. La ambición por un cargo público es tan desenfrenada que solo importa llegar. Una vez alcanzado el objetivo, habrá que pensar qué se hace. Por lo general, esa improvisación termina en una corrupción desbocada. Por eso la administración del Estado está plagada de ineptos, incompetentes y aventureros.
Sin embargo, nada parece alterar esta situación. Los candidatos a las próximas elecciones seccionales están perfectamente sintonizados con la tendencia. Los adictos a Tik Tok proliferan como hongos. Hasta el mensaje más ramplón sirve. Si más del 30% de electores comulgan con esa forma de comunicación, las posibilidades de éxito se incrementan. Y eso solo lo miden las urnas.
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