
Profesora universitaria, investigadora y periodista, con un doctorado por la Universidad Nacional del Cuyo, de Argentina.
Develar y detener un intento de golpe de estado promovido interna y externamente por una diversidad de actores políticos y activistas de variado perfil fue el mayor triunfo que la democracia ecuatoriana ha tenido desde su restauración en 1979. Haberla mantenido en medio del caos y de la agitación urdidos por los herederos del correato y auspiciados con mayor o menor conciencia por el fragmentado movimiento indígena y otros sectores sociales no fue producto del azar. Respondió a que algunas instituciones de la democracia se mantuvieron sin claudicar: las fuerzas armadas, la policía y los organismos de control junto con la fiscalía estuvieron del lado del ejecutivo. Ello frenó pretensiones que en escenarios distintos hubieran llevado al Ecuador a otros desenlaces. Este bloque de poder fue una traba para que el congreso pudiera maniobrar y provocar un golpe legislativo. ¿Que la institucionalidad democrática es débil? Puede serlo. Pero resistió y ello indica fortaleza. ¡No la subestimemos!
En este contexto hubo otra victoria: el triunfo del periodismo sobre la propaganda desestabilizadora y terrorista.
Mientras el periodismo en estos días de octubre auspició el pluralismo, con el trabajo de la prensa en sus formatos tradicionales y digitales, y desde sus particulares líneas editoriales, la propaganda se empeñó en posicionar etiquetas en las plataformas virtuales. Este ahínco los llevó a juzgar que convertir un mensaje en una tendencia constituía una conquista. No advirtieron que las tendencias en Twitter son como las mareas. Y obra de robots que manejan perfiles falsos y son operados en centros de troles. Granjas de troles los llaman. Por tanto, ¿cuál es su mérito en “volver tendencia” o en “hacerlo viral” a un determinado tema?
Los cultores de la propaganda no conocen que el periodismo es obra de humanos, que se equivocan, por cierto; se confunden en ciertos casos; incluso pueden presentar sesgos en la información que entregan, pero la coexistencia de todos ellos crea un ambiente de pluralismo que permite que los ciudadanos interesados en informarse o en formarse un criterio puedan hacerlo libremente, como acontece en una democracia. Los medios en su diversidad alientan la deliberación, la discusión y el enfrentamiento con argumentos e ideas. La existencia de espacios periodísticos que ofrecen información distinta promueve el acceso a la información, un derecho humano fundamental pues permite el ejercicio de otros derechos. Lo contrario es lo que se exhibe cuando se reproducen frases, imágenes o textos y se convierten en una tendencia: la uniformidad, la total coincidencia. El totalitarismo.
En los primeros días del ataque a Ecuador y a Quito, a las zonas rurales y a las urbanas, las redes sociales se llenaron de lemas en contra del periodismo, de los periodistas y de los medios de comunicación. Mucha de esas etiquetas, según informaron ciudadanos vía Twitter, se acunaron en Venezuela y en Nicaragua. E incluso en lejanos países del Asia. Acusaron al periodismo ecuatoriano de alinearse con el “cerco informativo oficial” y de ignorar y de no visibilizar la información que los actores implicados en la protesta social y en las acciones de violencia llevaban a cabo en conjunto. La culminación de esta acometida fue el secuestro, no el eufemismo de retención, y el amedrentamiento a periodistas en el ágora de la Casa de la Cultura, y el inmediato asalto al periodista de Teleamazonas Freddy Paredes.
Mientras el periodismo en estos días de octubre auspició el pluralismo, con el trabajo de la prensa en sus formatos tradicionales y digitales, y desde sus particulares líneas editoriales, la propaganda se empeñó en posicionar etiquetas en las plataformas virtuales.
La ofensiva escaló de inmediato y se concretó con el incendio y destrucción en el canal Teleamazonas; en las agresiones al diario El Comercio y en los intentos de llegar a Ecuavisa para provocar destrozos. Los embates continuaron y siguieron incluso después de la firma de la paz de los indígenas con el gobierno nacional. Hace horas Fundamedios dio cuenta de las agresiones a la prensa nacional por hacer su trabajo: informar.
Aunque los ataques contuvieron afirmaciones sobre la falta de credibilidad en la prensa y en los periodistas, curiosamente los dirigentes de los indígenas exigieron que el diálogo fuera televisado. Esta fue una de sus condiciones para levantar su movilización. Conocen, lo infiero, que la televisión es el soporte informativo con mayor audiencia y credibilidad desde hace años en Ecuador. Por ello se tomaron las instalaciones de las antenas en Pilisurco, para cortar la señal de varios canales de televisión. Y por ello, esta y otras acciones contra los medios de comunicación y los periodistas atentan contra el derecho humano a recibir información, a través del medio que a cada quien se le antoje.
Pero ¿efectivamente la prensa carece de credibilidad? El CICOP, un centro de investigación sobre la comunicación y la opinión pública de la Universidad de los Hemisferios, ha identificado la mayor credibilidad de las audiencias en la televisión y en la radio; les siguen la de los medios escritos y digitales. La tabla a continuación ilustra esta realidad.
El más reciente informe de la Corporación Latinobarómetro, de 2018, registra que la confianza en los medios de comunicación en Ecuador es del 44 por ciento. Son las instituciones privadas con mayor credibilidad. Les siguen los bancos con el 43 por ciento, las organizaciones no gubernamentales con el 39 por ciento, los organismos internacionales con el 38 por ciento, las compañías nacionales con el 38 por ciento, las empresas internacionales con el 34 por ciento, los organismos internacionales con el 29 por ciento y los sindicatos con el 27 por ciento. Esta indagación no establece la credibilidad en movimientos sociales como el de los indígenas. Les superan en credibilidad a los medios solamente la iglesia con el 62 por ciento, las fuerzas armadas con el 61 por ciento y la policía con el 46 por ciento. Interesante, ¿no?
Tal credibilidad no es gratuita. Se debe a una historia de la que el correato y sus seguidores estuvieron conscientes y que explica su interés por anularla con el diario desprestigio al cual sometieron a periodistas y medios durante sus 10 años de gobierno.
En el transcurso de los paros y levantamientos de este octubre se activaron en Twitter y en WhatsApp servicios de confirmación de la veracidad o falsedad de las informaciones. Ninguna de las noticias identificada como falsa fue difundida a través de los medios de comunicación. Todas estas paparruchas provinieron de personas particulares, actores políticos individuales y algunos voceros de organizaciones no gubernamentales que estuvieron denunciando el “cerco mediático”.
Interesante, ¿no?
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