
A finales de noviembre de 2015, el presidente venezolano Nicolás Maduro amenazó con defender al chavismo apoderado de la democracia del país bolivariano en las calles y por la vía militar.
En estos días diarios chavistas reportaron la lealtad de los ejércitos a la persona del presidente Maduro, ya no al sistema democrático o a la Constitución venezolana.
A esto se suman las declaraciones de líderes subversivos que amenazan con emprender una lucha armada con todo el amor del mundo en Venezuela en caso de que la oposición ejerza sus funciones.
Pero estos elementos no son propiedad impresentable del caos chavista. En Ecuador las autoridades políticas y militares no han dado respuesta satisfactoria a la formación de escuadrones paramilitares al servicio del partido oficialista del presidente Rafael Correa. El correísmo restó valor a las acusaciones y califico como un picnic al adiestramiento subversivo impartido por militares en servicio activo.
Lo mismo sucede en los Estados Unidos, donde empiezan a aparecer células armadas para defender al polémico candidato republicano, Donald Trump, en caso de que perdiera las elecciones.
¿Estas similitudes son una coincidencia entre estos tres líderes autoritarios? ¿Trump, Maduro y Correa son líderes equivalentes entre sí en el contexto de sus países?
Los tres líderes hacen una apología permanente a los resentimientos. Trump, Maduro y Correa parten su estrategia narrativa desde el odio a sus adversarios políticos. Trump odia a los mexicanos, a los hispanos y a los inmigrantes. A estos los convierte en sus adversarios y ofrece derrotarlos. Maduro y Correan odian a los medios de comunicación, a la libertad de expresión, a los críticos a sus gobiernos y a la empresa privada. A todos los meten en un mismo saco y los llaman como “vende patrias”, “golpistas”, “oposición mediocre” y más.
Los tres son adeptos del presidente ruso Vladimir Putin y los cuatro, al espionaje. En julio de este año, Trump pidió a Rusia que espiara a Clinton, su contrincante demócrata sobre una base comprometedora de correos electrónicos. Lo mismo sucede con Maduro que tienen a su disposición una red de espionaje a los disidentes del chavismo.
En julio de 2015, el gobierno ecuatoriano del presidente Correa se vio envuelto en un escándalo que partió de la denuncia internacional realizada por el instituto universitario canadiense, Citizen Lab, en donde incluía en la lista de clientes de Hacking Team, una empresa de espionaje cibernético, al gobierno del Ecuador.
El secretario del ramo, en un escueto comunicado, declaró que no existe ninguna relación entre las partes mencionadas y ahí se acabó la historia. Al mismo tiempo, el correísta diario El Telégrafo exhibió los resultados de un operativo de espionaje a los correos personales de varias opositoras; además, el presidente Correa, en una de sus sabatinas, mencionó las mismas referencias, y ninguna autoridad judicial hizo nada.
Putin, por su parte, estuvo durante un cuarto de siglo involucrado y dirigió organismos de espionaje rusos. Como nuestros populistas bolivarianos, Putin lleva ocho años en el poder, entre el primer ministerio y la presidencia de la Federación. Putin y Trump se han reconocido admiración recíproca y se han piropeado públicamente en más de una ocasión.
Curiosamente, el presidente Correa declaró su adhesión al presidenciable republicano Donald Trump, y sobre la conveniencia para Latinoamérica sobre su posible triunfo. Lo dijo en una entrevista con Eva Golinger, furiosa defensora estadounidense del chavismo en medios internacionales y asesora del gobierno de Correa. En la entrevista se ve a una Golinger sorprendida, pero no es para menos, aunque los hechos demuestran que en las similitudes estos líderes tienen su lugar de encuentro.
Golinger se enterará, cuando alguien se lo diga, que los cuatro tienen más similitudes que diferencias y que tendrá que defenderlos, como lo hizo con Hugo Chávez, aunque esto represente defender el odio por las mujeres, por el pluralismo democrático, por las libertades individuales, por diversidad de razas y etnias, y por la libertad de expresión. Esta es, de hecho, la odiosa tarea de todos los días que pesa sobre los fanáticos del chavismo, el correísmo y del trumpismo en los Estados Unidos, consistente en justificar lo injustificable.
@ghidalgoandrade
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