
Luego de una larga época de alcaldes serios, honorables y eficientes, le llego a Quito el tempo de las deshonestidades corruptas. Posiblemente también en la política urbana prime el principio del péndulo que, lenta pero constante, se mueve de la honorabilidad a la perfidia, de la verdad a la hipocresía.
Desde siempre, el uso del poder ha basculado entre el servicio a la comunidad y la búsqueda del bien personal. Es la historia de la humanidad hecha con los que hicieron del poder la oportunidad calva para o salir de sus pobrezas ancestrales o para engordar más su ya abultada riqueza. O también para vengar al niño pobre, maltratado o abusado, que llevan dentro.
También está la posición perversa ante el poder. El vivo vive del tonto y el tonto de su trabajo. Lógica perversamente inapelable. Como si ya hubiesen sido sepultados aquellos principios que normaban los desempeños políticos. Entonces, la honorabilidad se convierte en un sonoro y fabuloso slogan de campaña electoral. Y nada más. Una ética que exige que el candidato no cese de jurar por todo lo santo de mundo que su desempeño será absolutamente honesto. Pero, ya en el poder, la promesa va a parar en el basurero.
El candidato Yunda, en época de campaña, no cesó de asegurar que, una vez en la Alcaldía, la lucha en contra de la corrupción sería su norte y su razón de ser. Que velaría noche y día por el buen uso de hasta el último centavo del patrimonio de la ciudad.
El alcalde se aferraría a la Alcaldía en tanto posibilidad de ejercer el don de la corrupción. ¿Quién lo otorga? Es complejo hallar la mejor de las respuestas. Pero hijo de gato caza ratón: también familiares cercanos al alcalde estarían igualmente involucrados en esta gigantesca corrupción que ha invadido al cabildo de Quito.
Parecería que escuchamos mal: su norte sería el llevarse todo lo habido y por a ver en sana asociación familiar.
El alcalde se aferraría a la Alcaldía en tanto posibilidad de ejercer el don de la corrupción. ¿Quién lo otorga? Es complejo hallar la mejor de las respuestas. Pero hijo de gato caza ratón: también familiares cercanos al alcalde estarían igualmente involucrados en esta gigantesca corrupción que ha invadido al cabildo de Quito.
Decían que el infierno se halla poblado de mentirosos, de esos que no solamente prometen luchar en contra de la corrupción sino también conseguir que los corruptos devuelvan todo lo robado.
No hay infierno. Es este el tiempo del juicio y de la condena. Al mismo tiempo es triste reconocer que existen fuerzas sociales, políticas, económicas que sostienen a los corruptos. Por eso resulta tan difícil deshacerse de ellos, de una vez d por todas. El país estuvo incluso a punto de caer en manos de quienes ofrecían a ciertos corruptos del pasado la benignidad del perdón y del olvido.
Parecería que en esta alcaldía yundiana se hubiese creado una suerte de nueva cultura en la que la corrupción constituiría tanto el medio como el objetivo. Una de las cosas más graves de esta red sería que el mal-hacer fácilmente se convierta en una suerte de ejemplo para las nuevas generaciones que opten por la política.
Lo más sano para Quito sería la pronta e incondicional renuncia de su alcalde.
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