Las protestas por la jornada laboral en Chicago (y otras ciudades) en mayo 1886, son recordadas por buena parte de las naciones del mundo.
Estos eventos culminaron con el lamentable incidente de Haymarket donde varios militantes anarco-sindicalistas fueron ejecutados. Para quienes nos identificamos con la doctrina anarquista el primero de mayo no es un día festivo, sino un recordatorio permanente de los riesgos de levantarse contra las estructuras de dominación, y disciplinamiento, instituidas por el Estado nacional y el enjambre de intereses que este defiende (ya sean púbicos o privados).
Las muertes y la violencia policial no fueron detonadas para evitar una simple concesión sobre horas de trabajo, sino principalmente como un medio para reprimir un elemento esencial del espíritu humano: la libertad para cuestionar efervescentemente los abusos de la autoridad instituida.
Fue el miedo el que realizó las descargas asesinas sobre los obreros en Chicago, y fue el mismo sentimiento el que anudó los lazos de las horcas de los anarquistas ejecutados. El miedo bastardo que amamantan los poderosos debajo de sus camisas blancas, el miedo a perder su sillita de plata, el miedo a dejar de ser mejores que los demás, el miedo a que alguien les recuerde que están desnudos y que su traje fantástico es una falacia lógica. En efecto, el primero de mayo es una rememoración cíclica sobre lo dañinos que son aquellos que detentan el poder cuando tienen miedo.
Paradójicamente, el primero de mayo, una conmemoración anarquista basada en la exaltación de la libertad sobre el autoritarismo, ha sido convertida en un día de fiesta por los regímenes totalitarios. Las dictaduras han buscado reivindicar el carácter obrero de esta fecha pretendiendo exaltar las demandas de los obreros durante las manifestaciones, por sobre su legado en el cuestionamiento enérgico de los poderes disciplinarios.
El pintoresco feriado de tres días, antes de un fin de semana, que el gobierno de la revolución ciudadana ha decretado (a los estudiantes), aparenta ser una generosa concesión de un líder de izquierda preocupado en celebrar con histriónico entusiasmo el asesinato de los militantes anarquistas en mayo de 1886, sin embargo pienso que este largo receso esta basado en algo más. Supongo que el verdadero factor que ha llevado al señor Presidente ha declarar unas vacaciones tan extendidas es el miedo. Aparentemente lo mejor es que los jóvenes se relajen del agobiante stress que la vida estudiantil les ha procurado, y piensen seriamente en encaminar los esfuerzos de su juventud en disiparse con la contemplación de la naturaleza. Cualquier cosa con tal que no averigüen el verdadero significado del primero de mayo. Es decir la protesta entusiasta, valiente y decidida frente a la prepotencia del poder.
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