
Un viaje por la Sierra ecuatoriana revela un paisaje esplendoroso. Producto de las abundantes lluvias recientes, toda la naturaleza se ofrece con verde brillante esmeraldino y una floración inusitada. Jamás se han visto tantos sigses: millones deellos están florecidos en todos los cerros de los Andes, en todas las quebradas, en todos los bordes de los caminos, brillando al sol como velas encendidas cuyas llamas agita el viento. Jamás los floripondios tan repletos de sus campanas blancas o rosadas.
Jamás tanta variedad de colores en los pétalos de todo tipo de plantas florecidas.
Los ríos están crecidos. Los de Cuenca, generalmente mansos y tranquilos, propensos a las bucólicas imágenes de cholas cuencanas lavando ropa a sus márgenes, están ahora hinchados, sus aguas circulan veloces borboteando y anuncian peligros. Todos juntos se engrosan con los que vienen del Cañar y forman un Paute impresionante por los miles de lodosos metros cúbicos que lleva. En las partes más bajas ya se sale de cauce e inunda algunos sembríos.
Se han producido más adelante algunos deslaves, no hay paso para Morona-Santiago, pero tampoco pueden regresar a Cuenca quienes han pasado el domingo en Paute porque algo pasa en El Tahual. Los celulares funcionan, y la gente toma olvidados caminos de tierra para dar rodeos. Esa carretera del Tahual, tallada en la roca como una escultura, y luego los restos del derrumbe de La Josefina, me hacen pensar en la continua hazaña que implica que varias generaciones de ecuatorianos construyeran las vías en el Ecuador. ¿Cómo se hizo la Paute-Méndez? A golpe de pico y pala desde inicios del siglo pasado. Recién 50 años después se integraron los primeros pequeños tractores y volquetas, muy diferentes de las gigantescas maquinarias actuales. ¿Cómo se hizo, por Dios, la Girón-Pasaje? ¡O la Alóag-Santo Domingo!
Los recientes deslaves nos recuerdan lo inestable de los taludes y la audacia de los seres humanos de hacer unos rasguños en las ciclópeas montañas para que por allí transiten los vehículos. Lo que ha hecho el actual Gobierno es notable, pero trabajó sobre lo que ya estaba hecho, ensanchando, pavimentando, haciendo puentes y pasos a desnivel. Sin duda una obra importante. Pero construyó sobre lo existente, y bien saben los ecuatorianos que recorren el país los esfuerzos extraordinarios de las generaciones anteriores para primero soñar en las vías, planificarlas, financiarlas, construirlas. Décadas se demoraron muchas de ellas precisamente por la falta de recursos, porque lo increíble es que siendo este un país pobre, logró construirlas.
Fue más fácil hacer carreteras con los precios de petróleo sobre los USD 100. Lo extraordinario de la historia de la infraestructura del Ecuador es que muchas de las carreteras se abrieron antes de la era petrolera, antes incluso de la bananera.
Como la primera carretera asfaltada que unió la Sierra con la Costa, la Latacunga-Quevedo, empeño del Dr. Velasco Ibarra y una de las carreteras clave de su III Plan Vial, que se abrió al tránsito hace 65 años. Luego vinieron la de Santo Domingo y la de Pallatanga y la Girón-Pasaje y, ya con Borja, la Cuenca-Molleturo-Naranjal. A la vez se pensaba en la interconexión con la Amazonía, siendo la Baños-Puyo la primera, aunque no tiene nada que ver con la actual, que, antes de la llegada de Correa ya había sido asfaltada y construidos puentes y túneles para acortar su tortuosa ruta que se cuelga sobre los abismos del Pastaza. Ahora se emplea escasamente una hora desde Baños, pero hay que ver la acumulación del trabajo de generaciones que hay en esa carretera.
Cuando era estudiante de colegio, nos llevaron en bus hasta Papallacta, donde se acababa la carretera. Cargamos nuestras mochilas y empezamos a caminar: en la primera jornada, agotados, llegamos a pie a Baeza. Solo con el descubrimiento del petróleo en 1968 empezó a pensarse en la carretera, que más o menos fue avanzando junto con el Oleoducto Transecuatoriano y que, por supuesto, ha ido mejorando.
Las troncales norte-sur en la Costa fueron muy posteriores, y la de la Amazonía solo se completó en este Gobierno, así como la pavimentación integral de la Panamericana, en algunos tramos, como los del Cañar, con hormigón, que ha quedado bastante bien, aunque hay sitios de hundimientos, parchados ya, a la buena de Dios, con asfalto, y otros no reparados, y con una carretera Cuenca-Loja que por fin acerca esas dos provincias entre las que viajar era una aventura de muchas horas.
Pero todas esas vías, las transversales y las longitudinales, nos permiten apreciar este país maravilloso. Hace dos semanas estuve en La Mica, laguna donde se funden para mí los misterios dolorosos y gloriosos porque allí falleció mi hermano Fernando, uno de los mayores biólogos y el principal ornitólogo ecuatoriano del siglo XX. Hoy se llega por carretera asfaltada, y los grupos de visitantes son numerosos, lo que trae como consecuencia los problemas de siempre, con la falta de disciplina, la ingenuidad o hasta la ignorancia. Pero aún así vimos cóndores y colibríes, curiquingues y chupiles, conejos y venados, gaviotas y bandurrias. Y la semana pasada estuve en Zuleta, a donde hoy se llega por carretera asfaltada desde San Pablo del Lago. Y de nuevo gozamos de la vista del vuelo majestuoso del cóndor. Cada vez es más fácil el acceso a santuarios naturales: si solo contempláramos absortos tanta belleza sería maravilloso, pero todavía hay que hacer mucho para capacitar a la población para respetar la Naturaleza de este país prodigioso.
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