
En homenaje al premio, a su historia personal, política y literaria
Hace 20 años cometí la única aproximación a la literatura de mi vida. Editorial Santillán me pidió que presente el libro Margarita, está linda la mar de Sergio Ramírez, quien ingresaba a la literatura luego de haber ejercido la vicepresidencia de Nicaragua. Como osado que me reconozco, acepté sin saber lo que hacía. Pase un par de semanas "pariendo" porque no sabía por dónde hacer la presentación. Finalmente me fui por las líneas que adjunto. Finalmente Ramírez se iniciaba. Y yo tenía 20 años menos.
Y ahora "culmina" una etapa de su carrera literaria con el premio Cervantes, el nobel de la literatura en español. Había guardado la presentación que hice. La he recuperado. Pese a que quería ocultarla celosamente, para no mostrar las traiciones —poco severas— al lenguaje petulante de las ciencias sociales. He releído esas letras y son lo que fueron: una muestra del temor al autoritarismo, 20 años después de que fue derrotado momentáneamente en Nicaragua.... Tengo ahora más temor al verlas en su versión original.
A continuación transcribo algunos párrafos de la presentación de Margarita, está linda la mar, hecha en un lejano 3 de julio de 1998. Que se ha impuesto en mi recuerdo otras dos décadas después:
Una estética de la sociedad y la política
Una novela gratamente bien escrita; una estética de la sociedad y la política; puede ser un excelente instrumento de conocimiento. Para (re)conocer, volver a conocer, conocer de otro modo a la historia, a una historia que nos dice mucho. Tiene la facultad de re-elaborar la rebeldía de los datos para construir la comunicación con el lector. Este es el caso. La presentación del espíritu de una época es su meta.
¿Qué nos dice el ambiente histórico de la novela a la América Latina de hoy? Su primera misión es convertir en “vivencia” aquello que la estabilidad de la democracia ha convertido en “recuerdo”, en “fuente”. Terminé la novela con un fuerte olor a sangre fresca, de la sangre que corrió en varios países de la región en la lucha contra el autoritarismo.
La novela puede ser mirada como una presentación literaria del Estado patrimonial. Esto es, la indiferenciación de los espacios público y privado, vista desde sus cotidianos. El ejercicio del poder del primer dictador Somoza tipifica a una forma de autoridad, basada en la concentración de recursos —materiales y sicológicos— y en la ausencia de límites sociales al Estado. La minusvalía del espacio público hace que la política decurra en los intersticios de la sociedad; que se la signifique como conspiración; que se la instrumente como rebelión armada. Esta es, una “lógica particular” de entender y para ejercer la política y la vida.”
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“La “funcionalidad del terror” del Estado nica, durante el somocismo, se fractura por actores precisos de la vitalidad popular y de la siempre emergente racionalidad —opuesta a la barbarie— de los sectores medios. Sin embargo, la novela es precisa en trasmitirnos, por un lado, situaciones en las cuales la sociedad tiende a descomponerse al límite; mientras que, por otro lado, muestra a una sociedad que se reproduce en la descomposición. Este es, pues, el “vigor” del somocismo, que estando al límite de la descomposición como sistema, se reproduce como totalidad de la dominación.
La modernidad del patrimonialismo
La dimensión social del patrimonialismo es presentada como una interacción entre personajes, que apenas alcanzan a ser representativos de clases. Es, en este sentido, que desde sus entrañas, la dinámica del poder presentada en la novela, no enfrenta a clases sociales —en su plena dimensión— sino a estamentos de una sociedad gelatinosa. La consecuencia, es la dificultad de la modernización como meta del cambio social.
Los tiempos históricos de la novela son una construcción literaria y analítica compleja. Me intereso por sus consecuencias epistemológicas. La tentación de una lectura “elemental” sería plantear que “nada” cambia entre sus dos presentes; que existe una continuidad sin rupturas.
Al contrario, creo que la novela es una interesante combinación de continuidad/discontinuidad, en que se intuye una “modernidad del patrimonialismo”; modernidad que no alcanza a ser modernización, porque es impotente para redistribuir, para democratizar. A su vez, la mayor discontinuidad es la fisura en la dominación, que permite la sedición y la rebeldía.”
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“A la postre, ahora, la democracia en la región se nos muestra como una saludable complejización de la vida social y del conflicto político. En el lindero de la ruptura del Estado patrimonial, todo parecía posible: la democracia, el socialismo, el fascismo, el capitalismo, la libertad. Todo parecía posible, porque se trataba de tramas sociales y estatales excesivamente “simples”.
La posición de “puerta giratoria” (quien sabe cuando uno está fuera o dentro) es propia de los dobles movimientos simultáneos de la sociedad. El autor, con ironía enorme, los refleja en la prostituta que evita hacer el amor, con un médico, por no saber, “si me está cogiendo o si lo estoy pariendo”. También, en la doble posición frente al poder, están la Iglesia y el prostíbulo, únicos límites o “fronteras internas” —aunque flexibles y desleales— a la hemorragia de control patrimonial.
No puedo dejar de pensar en que la “dualidad” en la personalidad social e institucional de nuestros países, es una “cultura de arrastre” incorporada a la democracia.
La personalidad social e institucional dual
Voy a ser irreverente. Quiero serlo. La sociedad nica, anudada por el patrimonialismo somocista, presentaba una inusitada concentración de conflictos y contradicciones alrededor de un personaje o situación. La política se resolvía en un acto inmediato de destrucción y reconstrucción. La “revolución” era posible y necesaria. La nueva sociedad sería la fusión inmediata de un acto de alta intensidad y rapidez. Como diría Pablo Palacio, es la trama de un cuento, un coito de gallo. Y no es un coito de perro, por la debilidad de un Estado, de exclusivo hacer represivo y control patrimonial.
Pero, ahora, la democracia nos invita a entender el cambio como una construcción compleja de muchos sistemas de conflictos, irreductibles a un solo acto. El cambio es un proceso abierto, sin resolución necesaria, ni unidireccional. La nueva sociedad es, además, la consecuencia de una preparación inteligente, elaborada y verbalizada por todos.
En suma, la política ya no puede ser concebida como una “eyaculación simple” de un actor sino como una construcción placentera y compleja. Lo he dicho sin el rubor necesario, porque lo digo desde un país, el nuestro, que luego de haber intentado su sana complejización, está quedando en el lindero de la simplicidad profunda.”
……
“Aprendí mucho, en muchos sentidos, en la Nicaragua del autor, inmediatamente después del triunfo de la Revolución Sandinista. Un amigo me regaló lo que se convertiría, para mí, en una referencia bibliográfica permanente para la metodología de análisis de coyuntura política. Unas actas de reuniones de la dirección —no recuerdo si conjunta— del Frente Sandinista, en las que se discute sobre la posibilidad “técnica” de eliminar a Somoza (el “Tachito”), pero la decisión de no hacerlo, basada en el error político que aquello significaría. Justamente, la profundidad del cambio deseado, dependía del involucramiento de la mayor parte de la sociedad nica en un movimiento nacional, y de desarrollar el sistema de conflictos, de abrirlos sobre el tapete e incluirlos en la agenda. Eliminar a Somoza del escenario desplazaría esa potencialidad. El derrocamiento del somocismo debía ser, crecientemente, un acto de madurez y de mayoría.
Con distancia histórica frente al notable ejemplo de “inteligencia práctica” que he citado, extraigo de la novela, los diálogos éticos de los masones en torno al ajusticiamiento que realizarían contra el masón Somoza. Es evidente que, al plantearse el tema de la mayoría al finalizar la década de los setenta, se anunciaba la emergencia de la ciudadanía; a diferencia de la primacía de la hermandad como vínculo de los actores, al finalizar la década de los cincuenta, que denunciaba la insuficiencia ciudadana como tema. Hemos entrado, de este modo, al asunto de las élites.
Una apuesta literaria y política
La novela apuesta muy alto. Sus pilares son personajes que, en positivo o negativo, soportan sobre sus espaldas a la nación nica. Por un lado, Rubén Darío, que al margen de sus concretas vinculaciones con el poder, es una valiosísima producción social; y, por otro lado, los Somoza, producción social antihistórica, que hemos examinado a través del Estado patrimonial.
Hubiese querido tener respuestas a las preguntas que, por mi ignorancia, me hice al iniciar la lectura de la novela. ¿Qué representa Darío y el modernismo en la formación de las ideologías sociales y en la construcción del Estado nica? Menos mal que no obtuve respuestas en la novela porque me enriquecí de otras imágenes, presentadas en medio de una tensión entre la candorocidad, la voluptuosidad y la sordidez.
Irrumpe un personaje. Transcribo.
“Quiero tener un hijo con la cabeza de Rubén Darío.
O te sale santo ese hijo, o te sale poeta…
O quiebra en el algodón” (pp.104)
Darío, al igual que la nación nica, aparece como una enorme cabeza de un cuerpo reducido; una cabeza bella de un cuerpo insuficiente. Esto que llamamos “relación inorgánica”, en que la desproporción o la ruptura signan las formas de hacer política. Puede interpretarse, como que la élite nica carecía de un cuerpo social; o, por las actuales imposibilidades de la política desconectada de la sociedad. A su vez, puede ser el dominio de un Estado omnipresente sobre una corporalidad socio - económica minusválida.
En fin. Solamente las elites autoreferidas son capaces de pensarse procreando hijos con la cabeza y sin corporalidad. Es la “irresolución” de la forma nacional, no solamente nica.
O, a su vez, en otra imagen, terrible, de impotencia material, bien lograda en la novela, es la disputa por la cabeza del cadáver de Darío, que da cuenta del desgajamiento de la nación nica: mediada por los marines (que son, dicho de paso, “depredadores” en situaciones microsociales y “mediadores” de la irracionalidad de sus aliados en la vida pública).
Decía que el disputado cerebro de Darío muerto termina resguardado en un prostíbulo, velado por sus principales y sepultado junto a sus fetos. Mientras tanto, la sociedad nicaraguense admira y se enluta por un cuerpo descerebrado. Darío, murió como vivió, como una cabeza brillante de un cuerpo rechazado.
Este desgajamiento de Darío también recorre su vida-vida. Sus tres mujeres, recreadas por el autor según parece en la biografía que involuntariamente “tuve” que leer, son ejes de cada forma de la élite nica. En especial, Rosario Murillo, cuyo acoso es el símbolo más eminente del fracaso como cuerpo de Darío y de una elite prisionera de la perversión.
Era tan “pequeña” la dimensión que las elites atribuían al cuerpo de Darío (por la grandiosidad de su cabeza), que pudieron asumir, como símbolo del homenaje y ritualidad públicos, a una estatua “enana”. Creí leer, en la voluntad del autor, una guía cierta para comprender a las élites (me pregunto si de la región), transfiguradamente como “élites enanas”, tema que aparece muy tarde en esta presentación, como para desarrollarlo.
Puede plantearse que la “paranoia” de Darío empieza con la conciencia del desagajamiento de la sociedad. Es un acosado por la sociedad, al que asignan roles sin libertad. El alcohol es, para Rubén Darío, un aceptable mediador de la sociedad. La novela pinta a su “delirium tremens” como una forma de intelección de la dureza de la realidad; como la única mediación, para quien carga sobre sí la necesidad de una construcción modernista; para quien debe conciliar —entonces como ahora— una forma nacional, débilmente construida, con un internacionalismo, siempre presente en Nicaragua.”
…..
Una nación desgajada
Los alcances “civilizatorios” de las revoluciones liberales en nuestras sociedades siguen siendo asignaturas pendientes en la literatura sociológica. Es evidente que muchas de nuestras democracias pecan de insuficiente liberalidad; tanto como —y mucho más— los afanes igualitaristas y socialistas contenidos en nuestra sociedad. Puedo recordar la participación de nuestro gran Eloy, en ese proceso, actitud internacionalista ausente en la generalidad de nosotros. Pero, querría divagar acerca de ¿cómo pesa la profundidad de la revolución liberal en la revolución sandinista y en la reconstrucción capitalista?
La novela, haciendo gala de agudeza descriptiva y de historia mágica, nos cuenta que cuando la revolución liberal va en busca de la modernización, el modernismo vive en París. Darío, entonces, ya encarna el desgajamiento de la nación nica.
Una nación desgajada no puede resolver el problema de su identidad. Esto es, contar con mecanismos autónomos para que las distintas vertientes de la sociedad puedan reconocerse a sí mismas; puedan interactuar entre sí; construir un sentido primario de comunidad. Darío o el dictador, cada uno desde su ángulo, expresan esta dificultad. La cual se resuelve en un mecanismo de dominación totalitario o en un componente mágico, que hace de continuidad histórica.
¿Por qué Nicaragua es una sociedad de poetas, en que la poesía fue un candoroso instrumento estatal? Hacer poesía, en sus diversas dimensiones, resume a la historia nicaraguense. Una de esas dimensiones ha sido dotarle de un nuevo vigor a la novela política latinoamericana.
Conservo mi pasaporte sellado con poesías.
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