Soñé que una remolacha había ganado las elecciones del 20 de agosto y que, en consecuencia, era la nueva presidenta de la república.
A diferencia de las remolachas animadas de los comerciales de televisión y otros productos audiovisuales, la remolacha de mi sueño no tenía boca, no tenía ojos, no tenía nariz; tampoco brazos ni piernas, apenas un mechón de fibra vegetal en el centro de la cabeza, semejante a la llama erguida de una vela. Puesto que, como toda remolacha, tenía piel, se entiende que su único sentido operativo era el del tacto.
Un dato de no poca importancia es que la remolacha se encontraba sobre una tabla de picar, de madera, pero a su alrededor no se veían cuchillos ni otros utensilios para cortar, picar o rallar. Lo que nos permite suponer que, al menos en ese momento, y pese a la ola de asesinatos y violencia que azota al país, la remolacha presidenta no estaba amenazada.
Una remolacha no va bien como presidente o vicepresidente de la república, aunque sea de un país del Tercer Mundo. En esas posiciones se le puede ocurrir llevar a la práctica ideas tan peregrinas y peligrosas como “ecuadolarizar”
Para cualquier persona resulta evidente que el conocimiento de la realidad de un ser cuyo único sentido es el tacto será en extremo limitado, en extremo superficial. Siendo así, las ideas sobre la realidad del país en el que habita que no le vengan del contacto directo de su piel con el mundo circundante deberán provenir de su cabeza, es decir, de su cuerpo, porque en una remolacha el cuerpo y la cabeza son la misma cosa: la remolacha piensa con el cuerpo.
Esto no es lo más grave. Más grave es que por su escaso conocimiento de la realidad y las necesidades de las personas comunes y corrientes y por el hecho de que la mayor parte de sus ideas sobre el mundo proviene de su cabeza, la remolacha tiende a tomar decisiones absurdas e impertinentes. Su cabeza está llena de proyectos irrealizables o francamente dañinos. Sin embargo, encerrada en sí misma, piensa que siempre tiene la razón. Es egocéntrica y solipsista.
Una remolacha está bien en ensalada, como acompañante de las tortillas de papa chola, el huevo frito y el chorizo de Guano. Una remolacha no va bien como presidente o vicepresidente de la república, aunque sea de un país del Tercer Mundo. En esas posiciones se le puede ocurrir llevar a la práctica ideas tan peregrinas y peligrosas como “ecuadolarizar”.
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