
El país no tiene que buscar una fórmula mágica para salir de este momento amargo. La urgencia en materia económica, institucional y de derechos requiere de una clase política que apunte a recuperar el liderazgo de los mejores. Incluso si estos no salen de sus propias filas.
La oposición está obligada a ser generosa. Abandonar las posturas ideológicas duras e intereses por un tiempo, y abrir los ojos y los oídos. Los miembros de los partidos que ofrecieron un modelo distinto en las anteriores elecciones están forzados a cambiar de actitud frente a una inacción del Ejecutivo, quien también prometió un cambio del modelo político, económico… pero que no ha sucedido.
El presidente Lenín Moreno no ha conseguido dar ese golpe de timón para recuperar todo lo robado en la década pasada. En especial, la confianza de los ecuatorianos que buscaban un mejor país, libre, próspero, impoluto, respetuoso de los derechos, educado. Referente.
El camino está claro. Es necesario que se depongan las posiciones duras de cada partido, con el único objetivo de curar al país del populismo correísta, y acordar. No permitir que la palabra diálogo quede manchada para siempre. Y así evitar enfrentamientos bochornosos, como el reciente entre Creo y PSC, cuando, al parecer, buscan lo mismo: reconstruir el país. Los temas para acordar son muchos.
Hay ejemplos e insumos para alcanzar ese acuerdo mínimo. El primero, y ya referente, es el acuerdo de los empresarios y trabajadores. La Cámara de Comercio de Quito y el Frente Popular fueron los protagonistas de ese encuentro inédito. Y que todavía da sus frutos.
Los máximos dirigentes de esas instituciones, acompañados de otros gremios, se sentaron y acordaron. El principal punto que los unió, y que desconcertó a los correistas, fue la defensa del IESS. Los pedidos fueron claros. Ir a un gobierno tripartito de la seguridad social, que se exponga la verdadera situación económica del IESS y que la Organización Internacional del Trabajo llegue a Ecuador para que analice estos temas.
Esta unión, como era de esperarse, fue duramente criticada y algunos dirigentes fueron acosados desde el poder. Usaron la misma estrategia de controles administrativos sorpresa, trolls pagados con dinero público, discursos venenosos, con el fin de detener a esos dirigentes. Pero no lo consiguieron.
Estos altos líderes sindicales y empresariales se dieron cuenta que hay temas que nos afectan a todos y que la única vía para solucionar es sentarse, ceder y acordar… pese a las abismales diferencias ideológicas. La lección: sí se puede ser colaborativo.
Incluso hay propuestas que la oposición puede tomar en cuenta, han quedado por escrito y servirían para no partir de cero. Están las ideas en las hojas de ruta de Participación Ciudadana, de Fundamedios, de la Cámara de Comercio de Quito, de la Cámara de Comercio de Guayaquil, Cordes, Yasunidos... y otras más. En cada una de ellas hay premisas para proteger derechos humanos, fomentar el empleo y la salud, reducir la pobreza, reducir el tamaño de Estado, fortalecer la institucionalidad. La misma sociedad civil organizada puede ser la facilitadora para ofrecer transparencia y equilibrio en los diálogos de los políticos.
Repetir la fórmula de cada quien por su lado, justificándose en que es un fracaso el candidato único o simplemente por enemistades, incluso personales, es dejar al ciudadano a merced del correísmo que se aferra al poder estatal.
No es posible que los políticos opositores estén esperanzados en la voluntad de cambio del Presidente Moreno. Una agenda mínima incluso puede ayudar a la gestión del Mandatario... o de una vez por todas obligarlo a revelar sus verdaderas intenciones para nuestro país.
Es necesario aprovechar la energía de este momento político en el que la ciudadanía pide el cambio a trinos y a gritos.
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