Periodista. Ha escrito para Revista Vanguardia, La Barra Espaciadora, Diario El Comercio y revista Plan V.
La noche del pasado 7 de abril llegué tarde al plantón convocado a través de redes sociales para pronunciarse, una vez más, en contra de las medidas tomadas por el actual Gobierno. Eran cerca de las 20:00 y ya solo quedaban unas cuantas personas en la avenida de los Shyris, gritando consignas en contra de Rafael Correa.
No iba sola, caminaba junto a una pareja de amigos: Óscar y Esteban. En la esquina de las avenidas Portugal y Shyris encontramos a un grupo de unas cinco personas. Una de ellas era un dirigente del movimiento político Democracia Sí. Eso no era lo novedoso… Lo que nos llamó la atención fue que él, junto a sus acompañantes gritaban a viva voz “Correa maricón”, convencidos de que así descalificaban al actual Presidente. “Correa maricón”, “Correa maricón”, “Correa maricón”, una y otra vez…
Según el diccionario un maricón es un hombre que tiene gestos, ademanes y actitudes que se consideran propios de las mujeres. También lo es el hombre que siente atracción sexual hacia otro hombre, o sea un homosexual. ¿De verdad viene al caso si Correa es maricón? ¿De verdad es esa una premisa para corear en una marcha con tintes políticos? Está tan normalizado que la homosexualidad se considere ofensa o insulto que en lugar de criticar esos mensajes, a veces, sin darnos cuenta, nos encontramos repitiéndolos sin reflexionar sobre su carga.
Pero la noche del 7 de abril fue diferente. Al escuchar los vítores que en tono burlesco calificaban la orientación sexual de Correa, Óscar, uno de mis amigos, se acercó al dirigente político y sus acompañantes. “¿Por qué gritan Correa maricón?”, les increpó mirándolos a los ojos, con la voz firme y sin dudar de la necesidad de su reclamo. “Yo soy maricón, no me identifico con Correa, y no entiendo por qué usan esa palabra como insulto”, les dijo. Ellos, impávidos, no sabían que responder… Algo decían, intentaban justificarse, pero sabían que de verdad no tenía sentido llenarse de aire los pulmones para repetir eso que critican. Al ver a Óscar envalentonado, Esteban se sumó al reclamo y también les dijo que era gay, que no sentía vergüenza de serlo y que tampoco lo consideraba una ofensa. Pocas veces me he sentido tan orgullosa como esa noche.
Óscar los invitó a cambiar su forma de pensar y es algo a lo cual debiéramos sumarnos todos. Señores políticos, activistas, líderes de opinión, es fácil repetir las conductas que se critican… Pero hay quienes mantenemos la esperanza de que surjan líderes con ideas y pensamientos realmente renovados, que apliquen su discurso en la práctica, que aporten, de verdad, a la inclusión. La discriminación, venga de donde venga, es deleznable.
Y de verdad, ¿cuál sería el problema si el Presidente fuera homosexual?
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