
PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.
La democracia es un régimen político en el que los desacuerdos ponen a prueba la voluntad y capacidad de gobernantes y gobernados, para encuadrarlos en el marco de la comprensión. Esta implica no solo comprenderse, sino comprender los puntos de vista contrarios, para entrar a formar parte de un mundo común, al decir de Hannah Arendt.
La pandemia suscitó una amplia movilización en defensa de la vida. La medicina y los médicos libraron una batalla memorable. Igual los ciudadanos que, pese a todos los inconvenientes de la cuarentena, asumieron una disciplina social, sin la coacción de un Estado autoritario. Se pusieron al descubierto falencias derivadas de una ausencia de previsión y de impensables actos de corrupción. La política adquirió otro sentido. Fue posible acudir a las urnas, pese a la epidemia, y el pueblo ecuatoriano se pronunció libremente, sin que pudiera comprobarse el cometimiento de un fraude electoral. El plan de vacunación, iniciado en el gobierno de Lenin Moreno, adquirió resultados mayores en el Gobierno de Guillermo Lasso. Nueve millones de ecuatorianos fueron vacunados en los primeros cien días de gestión.
Ahora, se le exige al gobierno que cumpla lo que prometió.
Con acierto, Juan Carlos Calderón, critica a Jaime Nebot, por hacer abstracción de la magnitud de la crisis sanitaria y humanitaria que asoló a todo el planeta y paralizó la economía, cuando le exige a Lasso que cumpla lo ofrecido en la campaña electoral en estos cuatro meses. Y resalta la acción del actual gobierno a través de una gestión inteligente y decidida. Sin desconocer el liderazgo de Nebot, y sus cualidades como alcalde, le reclama por no haberse jugado por el país en las elecciones presidenciales de 1998 y del 2021. Lasso, sí se jugó, y lo que ha hecho hasta hoy “es un signo de esperanza”, lo que no significa negar el derecho a la crítica y a la oposición, que son acciones propias de la democracia.
La posición de Nebot termina coincidiendo con la de Leonidas Iza y de Rafael Correa. Acorralar al gobierno con demandas maximalistas, de derecha y de izquierda, revela un afán desestabilizador y obstruccionista, con el que se pretende llevar al gobierno hacia caminos riesgosos para la democracia, como la “muerte cruzada”. Hay sectores de la CONAIE que todavía sueñan con otro octubre, como si las condiciones de hoy fueran iguales a las del 2019, cuando aún no comenzaba la pandemia.
Hay economistas que tampoco se ubican en la situación actual y que abogan por un ajuste económico radical, como los que se hicieron en el pasado y que catapultaron a Rafael Correa como adalid del rechazo al neoliberalismo. Por otro lado, los enemigos de una economía de mercado, impugnan el acuerdo con el FMI y se oponen a la eliminación de los subsidios a la gasolina y a la flexibilización laboral.
Los diálogos, que son el mecanismo que hace posible la comprensión, no son suficientemente valorados. Hay obstáculos que vencer. Uno de ellos es el ideológico. En la segunda vuelta electoral se dio una apertura que fue decisiva para la victoria electoral de Guillermo Lasso. También, en la alianza para la elección de las dignidades de la Asamblea.
¿Qué habría ocurrido si se mantenía la alianza de Creo con el socialcristianismo? Lasso habría quedado a merced de la voluntad de Jaime Nebot, y cercado por el correísmo. La alianza con Pachakutik y la Izquierda Democrática le dio oxígeno.
¿Qué habría ocurrido si se mantenía la alianza de Creo con el socialcristianismo? Lasso habría quedado a merced de la voluntad de Jaime Nebot, y cercado por el correísmo. La alianza con Pachakutik y la Izquierda Democrática le dio oxígeno. Y aunque se trate de un acuerdo momentáneo, bien podría dar lugar a una línea de colaboración entre el centro y la izquierda, para implementar un proyecto menos ortodoxo y más concordante con la tesis del Ecuador del encuentro.
La situación de la Asamblea es producto de la fragmentación política y de un remedo de régimen de partidos que ha revelado, una vez más, su crisis. La baja calidad de los actuales asambleístas, con las excepciones de rigor, exige una reestructuración de los partidos políticos, que debería contemplarse en una impostergable reforma política. En la consulta popular que se anuncia, éste debería ser un punto cardinal. Ésta no debe responder a apremios puramente coyunturales, sino a demandas institucionales.
Tal consulta debe tener como sustento un consenso previo, para no dar lugar a una medición de fuerzas entre el gobierno y la oposición. Ello requiere de renovados esfuerzos para encontrar consensos en la Asamblea. No cabe renunciar a posibles acuerdos con las bancadas que la integran. Tampoco desistir de los diálogos con la CONAIE y con el FUT. Hace falta involucrar a otros sectores de la sociedad civil para dar mayor legitimidad a la consulta.
Aun dentro del partido social cristiano, de la CONAIE y del FUT, hay voces más acordes con la búsqueda de un gran acuerdo nacional. No hay que desmayar en la búsqueda de acuerdo, que es una demanda de una población que ya está cansada de la vieja política de las cúpulas y de los amarres.
El Ecuador del encuentro también debe desterrar el regionalismo, el racismo, e involucrar a las distintas regiones, y a su diversidad socio cultural. El tema del país no es exclusivamente económico. Sus fracturas, no pueden ser superadas con uno u otro modelo económico. Hace falta una visión mucho más amplia, integral, menos tecnocrática y más política, en su verdadera acepción.
La educación, la salud, la seguridad, el ambiente, el género, la transparencia, son campos que no pueden quedar en manos del mercado. La articulación entre estado y mercado se vuelve crucial para evitar que crezcan los indicadores de la desigualdad económica y social. Esto también nos ha enseñado la pandemia. La vida vale más que el lucro, la solidaridad humana más que la competencia mercantil, la responsabilidad personal, más que los estados de sitio.
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