Economista y Magister en Estudios Latinoamericanos.
@giovannicarrion
Después de dos años que estuvieron marcados por las restricciones propias de la pandemia de la Covid-19 y que limitaron, en diversos grados, la movilidad y alta concentración de personas, finalmente el pasado 20 de agosto, la Virgen del Cisne, llegó a la ciudad de Loja, en medio de una marea humana, luego de caminar junto a sus feligreses, por más de 72 kilómetros, desde su santuario.
Sin duda, se trata de una de las peregrinaciones católicas más importantes del Ecuador, en la que las muestras de cariño hacia la ‘Churonita’ -como se la conoce en el sur del Ecuador a la Virgen María- crecen cada vez más, convirtiéndose en una de las mayores expresiones no solo de religiosidad, sino también en un potente símbolo que condensa buena parte de la identidad lojana.
La Virgen del Cisne no requiere de nombramientos terrenales. En la práctica, es la patrona del turismo nacional y, en lo esencial, la depositaria de la fe y de las plegarias de un pueblo que confía en días mejores, a pesar de ver el endurecimiento del corazón en algunos de sus semejantes.
Basta mirar en esta procesión los rostros de la gente ya sea pobre o rica, niños, mujeres, ancianos, con capacidades diferentes y a esa enorme presencia de visitantes, para intuir la gran devoción que despierta la imagen viajera de la Virgen del Cisne. En esos ojos que miran al cielo en señal de gratitud por los favores recibidos o en esas manos fuertemente entrecruzadas que suplican –humildemente-ayuda, está mayoritariamente un pueblo conectado con la fe y sus más profundas manifestaciones espirituales.
Ahí está otra vez la Virgen del Cisne, movilizando a decenas miles de personas y con ello también fortaleciendo a una economía local devastada por la crisis sanitaria, el centralismo y una gestión económica y social gubernamental ajena a lo que sucede y necesita la zona sur fronteriza. Desde luego, también se suma, y mucho, la desidia e inoperancia de autoridades y representantes lojanos que no miran más allá de sus narices, es decir, de la montaña del Villonaco, esa eterna vigilante de la ‘Centinela del Sur’.
Valga decir, con la presencia de la Virgen del Cisne en Loja y la dinamia que despierta en la actividad económica doméstica, deja ver lo insustancial de la sentencia No. 51-17-IN/21 del 13 de octubre de 2021, de la Corte Constitucional del Ecuador (CCE), a través de la cual, entre otras cosas, declaró la inconstitucionalidad del artículo 1 del Acuerdo Nro. 2017-020 del Ministerio de Turismo, el cual decía: ‘Ratificar en su totalidad el Acuerdo Ministerial Nro. 000035 de 31 de julio de 1996 emitido por esta Cartera de Estado y re consagrar a la Santísima Virgen María en su Advocación de El Cisne como patrona de Turismo Nacional; a quien se le invoca su protección y tutela para explotar los maravillosos destinos del país a favor del pueblo ecuatoriano’ y colocando es más un candado –pero sin llave- como efecto del fallo, a través del cual según la CCE ‘...la presente sentencia tiene “efectos generales hacia el futuro”, por lo que ninguna autoridad podrá aplicar el contenido del artículo 1 declarado inconstitucional en los términos en los que esta Corte se ha pronunciado, de conformidad al artículo 96 numeral 1 de la LOGJCC’.
Sin embargo, la expresión de la laicidad estatal (que para al menos siete de los jueces constitucionales está escrita en piedra) encuentra de entrada, en el propio preámbulo de la Constitución, su primera modulación, cuando textualmente señala: ‘NOSOTRAS Y NOSOTROS, el pueblo soberano del Ecuador: ...(...) INVOCANDO el nombre de Dios y reconociendo nuestras diversas formas de religiosidad y espiritualidad...’.
Lo cierto es que la Virgen del Cisne no requiere de nombramientos terrenales. En la práctica, es la patrona del turismo nacional y, en lo esencial, la depositaria de la fe y de las plegarias de un pueblo que confía en días mejores, a pesar de ver el endurecimiento del corazón en algunos de sus semejantes.
Basta mirar a la portentosa imagen de la Virgen, para coincidir con la intelectual lojana Teresa Valdivieso de Mora, quien en su momento escribió la icónica canción: ‘Que bella eres, Reina del Cisne, que bella eres/ tus ojos son como dos palomas en raudo vuelo/...’.
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