
Economista y Magister en Estudios Latinoamericanos.
@giovannicarrion
Hace pocos días el presidente Lenín Moreno, cuya credibilidad cada vez vale menos que el bolívar venezolano, anunció al país que en los próximos tres meses recibiremos alrededor de USD. 7.150 millones provenientes del Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Corporación Andina de Fomento (CAF) y desde luego de la infaltable banca china. Con esta inyección de recursos, a decir del Primer Mandatario, facilitará cancelar los sueldos atrasados a los servidores públicos, cubrir la deuda con proveedores impagos del estado, transferir recursos a municipios y juntas parroquiales, devolver impuestos, pagar al IESS, entre otros rubros importantes.
Tanto es el entusiasmo del gobierno con la contratación de más deuda pública que se anima a sostener -sin sonrojarse siquiera- que ‘estamos en el primer día de la recuperación total de Ecuador’. Lo cierto es que más allá del discurso cansino y poco sustancioso al que nos tiene acostumbrados el Palacio de Carondelet, la realidad económica del país es bastante compleja y deja poco margen para la esperanza y más aún cuando se tienen autoridades huérfanas de respaldo popular y de poca iniciativa técnica. Las cifras reflejan que en el segundo trimestre del año 2020 (comparado con igual periodo del 2019), el PIB se desplomó en 12,4%, con especial afectación de los sectores de la construcción, manufactura, comercio, etc., y que, en definitiva, responden a una importante contracción en la inversión pública, las exportaciones, los gastos de consumo de familias y gobierno.
La deuda externa que a junio de 2020 se situó en USD. 59.258,27 millones y que representaba el 61,4% del PIB, con el registro de nuevos empréstitos esta relación podría llegar hasta el 70% del PIB al cierre del 2020, hipotecando con ello aún más el futuro de las presentes y siguientes generaciones.
Recordemos que el gobierno de Lenín Moreno inició su gestión en el año 2017 con una deuda pública agregada igual al 44,6% del PIB, lo que implica -en algo más de tres años- un crecimiento de 16,8 puntos porcentuales. Vale destacar que durante el periodo 2007 / 2017 (década del oscuro y maquiavélico correísmo), la deuda externa creció en 17,2% al pasar de 27,2% a 44,6% en su relación con el PIB. De esta manera, podemos decir ahora que el morenismo lo que menos puede quejarse de su antecesor es de haber endeudado al país, pues como vemos no cabe que los conejos terminen hablando de orejas…
El neoliberalismo y los programas de ajuste y reforma estructural impulsados por organismos como el FMI nunca han resuelto los problemas de los países, sino todo lo contrario, han agudizado la pobreza y la desigualdad.
Como consecuencia de la falta de claridad en el manejo de la economía en su conjunto y, desde luego, por los efectos devastadores de la pandemia del coronavirus, hoy tenemos a un 83% de la población económicamente activa (PEA) o bien en el abierto desempleo o desempeñando un empleo no adecuado, es decir, que no alcanza a generar ingresos de al menos un salario mínimo y 40 horas semanales de labores. En otras palabras, solamente un ‘privilegiado’ 17% de la PEA tiene empleo adecuado, esto es, 2 de cada 10 personas.
Y es en este escenario de tragedia nacional que llega el crédito del FMI por USD. 6.500 millones con desembolsos a realizarse en los años: 2020 (USD. 4 mil millones); 2021 (USD. 1.500 millones); y, 2022 (USD. 1.000 millones) pero en función de la aplicación de ajustes en la economía ecuatoriana que, según ha trascendido, podría terminar en el incremento del IVA en 3 puntos (tributo regresivo) y del impuesto a la renta, ampliación de la base de contribución, incluyendo al décimo tercero y cuarto sueldos para el cálculo del impuesto a la renta, eliminación de la devolución de IVA para los adultos mayores, eliminación de la exención de IVA a universidades, incremento de impuestos a las telecomunicaciones y otros tributos. A más de lo tributario se apunta, asimismo, a introducir reformas en el ámbito laboral y de la seguridad social.
Lo cierto es que resulta inviable desde el punto de vista económico y social la propuesta del FMI, pues en un escenario de contracción de la demanda agregada, la teoría apunta a la reducción -más bien- de impuestos y con ello estimular el consumo de las familias; bajar las tasas de interés y, por lo mismo, favorecer la inversión, los negocios y la actividad productiva en general; así como sostener -en estas condiciones en lo que fuere posible- el gasto público como dinamizador de la economía, etc.
Hay que recordar y aprender de los errores del pasado. El neoliberalismo y los programas de ajuste y reforma estructural impulsados por organismos como el FMI nunca han resuelto los problemas de los países, sino todo lo contrario, han agudizado la pobreza y la desigualdad. El Ecuador y la región, lamentablemente, son un ejemplo de tan dura y lacerante realidad.
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