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28 de Mayo del 2023
Ideas
Lectura: 5 minutos
28 de Mayo del 2023
Fernando López Milán

Catedrático universitario. 

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El mito político, como el peronismo, el chavismo, el correísmo, es una historia ficticia, una visión arcádica del pasado, frente al cual, el presente no sería otra cosa que desorden y decadencia.

¿Por quién votan los ecuatorianos? Por una ideología, pocos; por un mito, muchos -a veces la mayoría-; por un salvador, otros tantos.

La fuerza que mueve a los seguidores de una ideología es la obediencia; la que mueve a los seguidores del mito, la credulidad; y la que impulsa a los buscadores de la salvación, la esperanza. La obediencia se fortalece con el adoctrinamiento; la credulidad, con la propaganda; y la esperanza, con la promesa del cambio radical, cuya necesidad se sostiene, más que en la experiencia personal de una crisis social, en la desinformación y la información tremendista.

De la ideología ya he hablado en otros artículos, así que me referiré solo a los temas restantes.

El mito político, como el peronismo, el chavismo, el correísmo, es una historia ficticia, una visión arcádica del pasado, frente al cual, el presente no sería otra cosa que desorden y decadencia. A fin de sostener el mito, sus defensores niegan cualquier relación causa-efecto entre aquel y el presente, excepto en el sentido de que los problemas actuales son el resultado de no haber seguido el modelo de gobernar de los grandes estadistas que manejaron el poder en un ayer venturoso y que han sido traicionados y negados. Los votantes del mito creen en el cuento que les han contado o que ellos se han contado a sí mismos. Y se resisten a aceptar que el País de Nunca Jamás, como su nombre lo indica, nunca ha sido en la historia.

Quien vota por un salvador, en cambio, se mueve en un continuo cuyos extremos son el salvador propiamente dicho y el candidato menos malo. Mientras de este se espera tan solo que las cosas no empeoren, del salvador, que las cosas cambien de la noche a la mañana en virtud de la aplicación de soluciones nuevas, no ensayadas, o del uso de la fuerza. Si el ensayo y la fuerza requieren la renuncia de ciertos derechos, no importa. Los ciudadanos están dispuestos a ceder una parte de sus libertades siempre y cuando esto ayude al éxito de lo que el salvador propone.

El mito político, como el peronismo, el chavismo, el correísmo, es una historia ficticia, una visión arcádica del pasado, frente al cual, el presente no sería otra cosa que desorden y decadencia. A fin de sostener el mito, sus defensores niegan cualquier relación causa-efecto

Mientras la solución mítica nos lleva de regreso a lo probado que, de acuerdo con el mito, ha sido exitoso, la solución salvífica nos conduce al experimento. El ciudadano, enfrentado a esta disyuntiva, tiene que elegir entre la certidumbre que le otorga una memoria grata, pero falsa, y la que le da el salvador, fundada en la correspondencia que el votante establece entre las características de la crisis que vive y las características personales del candidato. Su razonamiento, como en el siguiente ejemplo, es aparentemente lógico, pero demasiado simple para la complejidad que encierran los problemas sociales y políticos de cualquier Estado: “las matanzas en el país han crecido, no hay persona más capaz para detenerlas que alguien que sepa matar, hay, por tanto, que votar por él”.

A los tres grandes tipos de votantes se suman los que, desinteresados absolutamente de la política, votan solo por votar. El que voten nulo, blanco o por un candidato cualquiera —el primero que identifiquen en la lista o el que les parezca más ridículo— no dice nada acerca de sus preferencias sino acerca de su desidia y nulo sentimiento cívico. No se sabe cuál sea su peso específico en unas elecciones, pero, por bajo que sea, en determinadas circunstancias podría ser decisivo.

Iza y Yaku Pérez, figuras del voto ideológico, no parece que tengan ninguna oportunidad de alcanzar la presidencia en los actuales momentos. Tampoco es seguro que, pese a los resultados obtenidos en las recientes elecciones seccionales, el mito del correísmo, centrado en el pasado, sea percibido como la solución más idónea a los problemas del momento, y menos con una candidata como Luisa González.

Queda la opción por el salvador. Quizá entre las figuras que lo representan se encuentre el próximo presidente de la república.

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