
¿Qué pasará con la libertad de prensa durante el gobierno de Guillermo Lasso? Es un tema muy importante relacionado con la libertad ciudadana, la honestidad de quienes ejercerán el poder y la rendición de cuentas.
Analicemos lo que pasa en otras latitudes.
Hay una creencia generalizada que es necesario estudiar, en especial después de procesos electorales donde aún no conocemos cuál será el comportamiento del poder político frente a la prensa.
Muchos lo repiten como una verdad irrefutable: dicen que en Estados Unidos la prensa, por más deficiente que fuese, puede decir lo que quiere y decirlo como quiera, sin sufrir consecuencias políticas, laborales o jurídicas.
Viéndolo desde el mito, el país del norte sería el paraíso de la libertad de prensa. Pero no es así.
El científico social estadounidense Noam Chomsky, una de las voces más respetadas en el mundo, afirma que en su país existen al menos cinco filtros desde que se produce el hecho hasta que llega al público.
Cinco filtros. ¿En realidad podemos hablar de libertad de prensa?
De esos cinco filtros, el tamiz más difícil de pasar es el de que toda información que llegue a la audiencia debe llegar al inconsciente del público con este mensaje: existen el peligro permanente de que está por atacarnos un enemigo terrible y, por tanto, debemos cobijarnos bajo el manto del poder nacional en lugar de ser críticos con este poder.
En otras palabras, todos los medios que hacen información u opinión deben manejar esa matriz ideológico como requisito tácito (ojo, que digo tácito) en la producción de los contenidos.
Chomsky también habla de otros modelos de comunicación social en el mundo, por ejemplo un segundo filtro que usan los poderes políticos y los gobiernos en muchas naciones:
“Siempre hace falta algo para asustar a las personas, para evitar que presten atención en lo concreto. Hay que encontrar el modo de sembrar el miedo y el odio para canalizar toda la furia o, al menos, el malestar que generan las condiciones socioeconómicas”.
¿No les suena conocido (2007-2014 en el Ecuador)?
Con esas trampas, la información que le llega a la audiencia, por tanto, está muy lejos de ser “libre” y, en la mayoría de países y en la mayoría de países del mundo está expresa o sutilmente controlada por diversos factores.
Esos factores van desde los intereses de quienes manejan el Estado, que son los grandes capitales no de los gobernantes, sino de quienes están por encima de ellos.
El tema de si existe “prensa buena” o “prensa mala” trasciende los adjetivos calificativos.
Lo que en realidad tenemos que preguntarnos es a quién sirve la prensa, de qué lado está (sin la falacia de lo objetivo e imparcial), quiénes la manejan, quiénes trazan sus líneas editoriales, a quiénes se debe, quiénes son sus propietarios y financistas y cuál es su relación con el Gobierno y el poder político.
Lo que se viene, sea cual fuere la actitud de quienes gobernarán en Ecuador desde el próximo 24 de mayo, es la consolidación y la profundización del periodismo independiente
Cuando los mandatarios autoalaban su modelo de democracia mediática aseguran que en su país existe plena libertad de prensa. ¿En serio? En consecuencia, un modelo que no repita sus parámetros es aquel donde no existe la democracia mediática y la libertad de prensa.
Los gobernantes deberían reflexionar en profundidad cuán sincero y cuál real es lo que afirman porque, como nos dice Chomsky:
¿En Estados Unidos no se compran medios para defender intereses particulares, como The Washington Post y The Boston Globe con el multimillonario dueño de Amazon y un enorme paquete de acciones a Carlos Slim (uno de los empresarios más ricos del mundo, propietario de la telefónica Claro)?
¿Qué tan democráticos serán Bezos y Slim sin un periodista se atreviera a tocar sus intereses políticos o económicos en un artículo, noticia o investigación?
¿De esa libertad de prensa estamos hablando?
Cuestionemos a aquella prensa norteamericana que ocultó durante seis meses, por orden del corrupto presidente Richard Nixon, las atrocidades del ejército de EE.UU. en Vietnam y la humillante derrota militar que sufrió el país más poderoso del mundo a manos de un pueblo heroico y digno?
Preguntémonos, entonces, ¿qué es la libertad de prensa? ¿A quiénes les conviene decir que la defienden hasta con su vida? ¿Quiénes determinan si su concepto idealista se ajusta a la realidad real?
La lucha del periodismo en los próximos cuatro años con el nuevo Gobierno será no permitir que se manipule y mantenga una población pasiva y sumisa, poco o nada reflexiva, enfrascada en debates enardecidos sobre los temas de interés nacional pero según lo que el Régimen desea que se discuta.
El poder político es muy hábil y permite que se hable de los temas de interés nacional según cómo le conviene y creando un escenario de aparente libertad de expresión.
Así se genera la idea de que en el país existe el libre pensamiento, pero lo que no se dice es que quienes controlan y manipulan ese poder de enmarcar las fronteras de la deliberación lo establece el poder político.
Lo que se viene, por tanto, sea cual fuere la actitud de quienes gobernarán en Ecuador desde el próximo 24 de mayo, es la consolidación y la profundización del periodismo independiente (en especial, el de investigación, que tantos buenos resultados han dado para que los ecuatorianos sepamos quiénes vienen a gobernar y quiénes llegan a robar) o las alianzas mercantiles y financieras entre los grandes medios y las empresas relacionadas con quienes tienen el poder.
El tema esencial es no retroceder. A pesar de que se vivieron tiempos muy oscuros para los medios y los periodistas, se marcaron hitos de extrema importancia para entender mejor las malas intenciones del poder político. Por esa libertad de prensa hay que seguir luchando, sea quien sea quien esté en el poder, sobre todo a base de la construcción sistemática y valiente de un periodismo de gran calidad.
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