PhD. Sociólogo. Catedratico universitario y autor de numerosos estudios políticos.
La confrontación correísmo-anticorreista, por cierto, que aún no se zanja. Es una confrontación que atañe a la democracia ecuatoriana. El correísmo no desmaya en su afán de volver al poder. Sus cuarenta y tres asambleístas pusieron a la Asamblea bajo sus intereses. El social cristianismo se prestó al juego. El boicot al gobierno de Lasso comenzó desde el primer día de su posesión como presidente. El levantamiento indígena de junio del 2022 fue parte de esa conspiración.
Esto ha provocado una reacción política que, por cierto, se justifica. Nuevamente hay una corriente que quiere cobrárselas a Correa y a su movimiento. Las elecciones anticipadas son el campo de batalla de esta disputa. Hay razón para que el pueblo se pronuncie sobre esta litis. Pero sin olvidar los graves problemas que enfrenta el país.
Los candidatos también deben ser evaluados con relación a su capacidad política y técnica para enfrentarlos.
Hay que saber conjugar la emoción con la razón. Kurt Freund, columnista de El Comercio, trata muy acertadamente el tema de la inteligencia emocional. Los líderes emocionalmente inteligentes están en mejores condiciones para transmitir energía positiva. Quienes carecen de ella contaminan su entorno inmediato y si tienen poder, el de los espacios que controlan. La inteligencia emocional, agrega,” puede ser observable y medible y también puede desarrollarse a través de tutorías y entrenamiento”
Esta cualidad, pues, debe ser “observable y medible” en la actual campaña electoral. Los candidatos no solo deben ser evaluados por el SRI, en cuanto a sus ingresos y aportes en el pago de impuestos, sino por los medios de comunicación en las entrevistas a los candidatos. Además de la capacidad política y técnica, hay que tener en consideración su inteligencia emocional.
El liderazgo de Rafael Correa en su gobierno se vio empañado, precisamente, por el déficit de inteligencia emocional.
"Si quieren matar al presidente, ¡Aquí está” es un capítulo que recoge todas las incidencias del 30s en el libro La revolución malograda de Mónica Almeida y Ana Karina López. Incluso su propia vida se puso en peligro.
“Si quieren matar al presidente, ¡aquí está! ¡Mátenlo si les da la gana! ¡Mátenlo si tienen valor! en vez de estar en la muchedumbre cobardemente escondidos” ”Si tengo que salir con los pies por delante, saldré con los pies por delante”...
Las autoras afirman “Las confrontaciones partidistas y las manifestaciones populares marcaron las tres leyes en las que el Ejecutivo quería imponer su veto: Educación Superior, Ordenamiento Territorial y Servicio Público.”
Describen que Rafael Correa tenía miedo, sus labios casi blancos se confundían con la inusual palidez de su rostro. Llamó a Andrade y delante de Mariana Pico le preguntó:
-Comandante, ¿tiene su pistola?
-Sí, ¿por qué?
-Quiero que me escuche bien lo que le voy a decir. En caso de que las cosas salgan mal y me capturen, no quiero que usted permita que yo resista esto vivo. ¡Tiene que meterme un tiro antes de que me capturen!”
En esa década, lamentablemente, se promovió la ética de la violencia llamada revolucionaria y no la ética de la democracia. Por eso aún ahora esa corriente política justifica las dictaduras de Cuba y Nicaragua.
¿Cuál es la diferencia?
Matthew Yglesias en el New York Times nos da una pista en su artículo La ventaja de un presidente que sabe cuándo quedarse callado. Se refiere al presidente Biden. La forma como Biden negoció con los republicanos la elevación del techo de la deuda. A la rabiosa derecha había que enfrentarla, según sus críticos, con igual o mayor rabia. “La Casa Blanca que parecía tambalear, supo jugar sus cartas en las negociaciones”
No apeló Biden al ruido mediático, al lenguaje dramático o la confrontación, sino que adoptó “las herramientas limitadas de su cargo en nuestro sistema constitucional” y eso fue suficiente para conseguir un buen acuerdo. Así ha desafiado la imagen que tiene la cultura popular de cómo debe ser un presidente capaz. No hace falta exasperarse sino “aplicar unos conocimientos que son fruto de su larga trayectoria como legislador”
En esa misma línea se ubica la reflexión de la ministra de la Mujer de Chile, Antonia Orellana de 33 años, militante del Frente Amplio. En una entrevista en El Mostrador, sostiene. “Quienes están en un sentimiento de malestar atacan al gobierno (de Boric) por no privilegiar la lucha anti élite” y agrega, “el que se sitúa fuera del establishment gana más votos”.
También muestra la relatividad del voto ideológico. “ Es un error asumir en los tiempos actuales que alguien que vota por otra persona asume por completo su catálogo de creencias y propuestas”
Es un error, dice, “asumir que las personas tienen posiciones pétreas y unívocas, pues experimentan coyunturas contradictorias. Pueden estar a favor del aborto, votar en contra de las AFP ( las empresas que administran las pensiones) y votar por un republicano”
Y en cuanto al feminismo sostiene que tiene distintas expresiones y está muy lejos de ser homogéneo. “Lo importante es entender que el feminismo es un camino y no un punto de llegada”
Igual ocurre con la democracia.
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