
Abogado, docente universitario, ex juez de la Corte Constitucional del Ecuador.
Quito es mucho más que la Plaza Grande, la Iglesia de la Compañía o el Panecillo. También es Chillogallo y el Comité del Pueblo. Quito tampoco es solo una ciudad llena de carros, pitos y esmog. También es el parque Metropolitano y el Ruco Pichincha, donde se siente tranquilidad y se respira aire puro.
Quito también es Pacto, una zona rural, un declarada área natural protegida por el Distrito Metropolitano, habitada por campesinos que viven de la agricultura, en donde se cultivan mas de seiscientas variedades de frutas tropicales, se encuentran aves raras, osos de anteojos, aire limpio, agua cristalina y bosques primarios.
En Pacto, la Empresa Nacional Minera (Enami), sin consulta previa y con poca transparencia, tiene dos concesiones mineras que juntas suman cerca de cinco mil hectáreas, casi el mismo tamaño de la isla San Cristóbal en las Galápagos. Sucederá lo de siempre con la explotación intensiva de recursos naturales. Por una lado, el gobierno dirá que tendrá recursos para combatir la pobreza; por otro, un grupito de gente se enriquecerá poniendo máquinas, vendiendo químicos y exportando minerales. Al final, los habitantes de Pacto y nosotros, los quiteños, dejaremos de tener un espacio de ríos cristalinos, animales “raros”, y a cambio, tendremos otra zona de conflicto social y más pobreza.
El gobierno del Ecuador sigue empeñado con la minería contra la voluntad de la gente quiteña que vive en Pacto. La Enami reconoce en su estudio de impacto ambiental que el 75% de sus habitantes rechazan la minería. y considera que existe en la zona, por la minería, una conflictividad alta. ¿Cómo hacer escuchar su opinión? ¿Cómo evitar que irrumpan en su medio y alteren la forma de vida de humanos, animales, ríos y bosques? A la gente de Pacto no le ha quedado otra que ejercer sus derechos: su Asamblea Comunitaria se declaró, en octubre de 2014, en resistencia frente a la Enami, y se ha organizado bajo el lema “lucha comunitaria por la vida de Pacto”.
Un mes después, convocaron a una “consulta comunitaria de buena fe”, que es una forma de ejercer el derecho a la democracia comunitaria, que está en la Constitución del Ecuador (Art. 95). El pueblo de Pacto quiere decir al Ecuador lo que el gobierno no quiere escuchar: Pacto no sacrificará su naturaleza y su vida de campo a cambio de falsas promesas y luchará, creativamente, por mantener su forma de vida.
La lucha contra la minería, cuando es política de Estado, es una batalla entre David y Goliat. Los habitantes de Pacto han dado muestras ya de que van a defender su territorio con valentía: se han informado sobre el impacto de la minería en otras comunidades, se han organizado, han impedido que las empresas mineras “afiancen” su relación con la comunidad, han presentado acciones legales, han exigido la consulta libre e informada y han organizado una consulta comunitaria de buena fe.
El domingo 12 de abril de 2015 Pacto convoca a los habitantes de su parroquia a pronunciarse sobre las actividades mineras programadas por la Enami y el gobierno. Quieren tener un espacio para decirle no a la minería, sí a la vida; no a los químicos para sacar minerales, sí a los ríos cristalinos; no a la invasión de empresas y técnicos, sí a la convivencia pacífica; no al sacrificio en beneficio de pocos, sí al buen vivir y a los derechos de la naturaleza. Simplemente, para los quiteños de Pacto, “el agua vale mucho más que el oro.”
Los habitantes de Pacto están luchando no solo por su territorio sino por todos los quiteños y quiteñas. La minería solo se podrá detener si es que su voz se junta a nuestras voces. Ellos tienen conciencia de las amenazas que la minería trae y también de que son parte de Quito y del Ecuador. ¿Estamos listos para apoyarles y no dejarles solos en su lucha de resistencia?
Pacto es Quito y yo soy de Pacto. No quiero minería en Quito.
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