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6 de Mayo del 2019
Investigación
Lectura: 20 minutos
6 de Mayo del 2019
Redacción Plan V
La esclavitud sexual en la Frontera Norte: un negocio de USD 200 millones
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Foto: Edu León

Unas cien mil mujeres cada año son explotadas como parte de un comercio o esclavitud sexual en frontera norte. Las fotografías son de la zona de la investigación.

 

Las mujeres están ahí, cada una frente a su puerta, a veces abierta, dejando ver ese universo de pertenencias personales, uno o dos pares de zapatos, una bolsa de ropa debajo de la plancha de cemento, un cubo para agua, un bote de basura, fotos o imágenes pegadas en la pared, a veces leyendas escritas con letra rota. (Segunda parte)

Lea aquí la primera parte

El 2 de mayo del 2019, la ministra del Interior y de Gestión de la Política, María Paula Romo, dispuso oficialmente que la Inspectoría General de la Policía inicie una investigación sobre los hechos que relata el estudio La trata ante el espejo, cuyos contenidos afirman que agentes del Estado ecuatoriano (policías y militares) y administradores del sistema de justicia del Ecuador serían encubridores  y cómplices de redes de trata de personas y esclavitud sexual de mujeres en cuatro provincias de la Frontera Norte: Sucumbíos, Carchi, Imbabura y Esmeraldas.

La ministra Romo dispuso que se ponga “especial atención a quienes serían los funcionarios policiales supuestamente involucrados en estos hechos”. Además ordenó a la Inspectoría una investigación para conocer “qué está ocurriendo ahora mismo en estas provincias en relación al delito de trata de personas y la posible vinculación de servidores” de la Policía Nacional.

El informe, al que tuvo acceso este portal, lo conocieron altas autoridades del Ministerio del Interior en 2011. Una socióloga contó a Plan V que el documento fue presentado en un hotel de La Mariscal, en Quito, a diversos representantes de la sociedad civil y expertos. Estuvieron funcionarios de la Unidad contra la Trata de Interior de aquel entonces y del Fomento de Seguridad Integral en Frontera Norte (FOSIN), entidad que financió la investigación.

La ministra María Paula romo ordenó a la Inspectoría de la Policía una investigación para conocer “qué está ocurriendo ahora mismo en relación al delito de trata de personas y la posible vinculación de servidores” de la Policía.

 

En esa cita, el autor del documento fue quien hizo la presentación de sus hallazgos que, según la fuente consultada por Plan V, dejó atónitos a los asistentes, incluso a las autoridades que estuvieron presentes. La reunión fue a puertas cerradas. El informe coincidió además con las discusiones para la reformas al Plan Nacional contra la Trata, cuya última versión sigue vigente desde 2006. Esa es una preocupación que ha reunido a organizaciones sociales y Gobierno, pero a pesar de tener un Plan avalado por la sociedad civil y por los gobiernos seccionales desde 2010, este aún no es aprobado, dijo a Plan V la socióloga experta en estos temas.

 


Si es una mujer que fue llevada al prostíbulo por las redes de trata, las ganancias se reparten entre ella y el "dueño de la mujer", señala el informe. Foto: Edu León

 

La socióloga narró que hubo aspectos que concentraron con fuerza la atención de los invitados a esa reunión: la influencia política que existen en estas redes, lo cual se entiende por qué las denuncias se quedan atoradas en el sistema judicial y la imagen de un búnker subterráneo en Carchi (cuyos detalles fueron publicados en la primera parte de esta serie), que servirían para “almacenar” mujeres, para luego distribuirlas a distintos sectores porque “el cliente no quiere ver a las misma mujeres”. Esos son algunos detalles que recuerda la socióloga de esa reunión así como el lucrativo negocio que representa la trata en la frontera norte del Ecuador.

 

En la segunda parte de esta entrega, el informe presenta un relato de cómo funciona el mercado de los prostíbulos y otras formas de comercio sexual, y se aventura a hacer cálculos de las cifras que genera anualmente este negocio, que se calcula en más de USD 200 millones al año. Este es el relato tomado literalmente del informe que fue terminado en 2012, pero nunca se hizo público:

 

Hay más de 200 prostíbulos "legales" en las provincias de Sucumbíos, Esmeraldas, Carchi e Imbabura. Foto: Edu León

Unas 100 mil mujeres al año...

La tarea comienza temprano, depende el lugar del establecimiento, si es en Lago Agrio, sólo se interrumpe “legalmente” entre las 2 am y las 8 am (aún y cuándo la actividad, muchas veces continúa a puertas cerradas en diversos establecimientos, que funcionan 24 horas sin interrupciones). Si es en Carchi, Esmeraldas o Imbabura, la actividad “legal” inicia a las 6 pm, aún y cuándo desde las 2pm se brindan servicios de “copeo” (venta de licores) y puede conseguirse servicios sexuales si se paga más. Las mujeres suelen trabajar en dos turnos, aunque algunas de ellas trabajan hasta 12 horas.

Se hace un cálculo sobre un universo de 209 prostíbulos legales en las cuatro provincias, con un promedio de 15 mujeres trabajando por día (aunque hay burdeles que tienen más de 100 mujeres al día), y considerando la “movilidad” forzada o “necesaria” cada 15 días establecida por los burdeles, como temporalidad máxima de estancia de una mujer en cada establecimiento comercial, tendríamos que en la frontera norte, en el circuito de la explotación sexual, 4.110 mujeres cada día y pasan por la región 98.640 mujeres por cada año.

Ya dentro del burdel, un “punto” o servicio sexual puede costar, en promedio:

 

8 dólares si es en Sucumbíos

10 dólares si es en Carchi

8 dólares si es en Esmeraldas

10 dólares si es en Imbabura

Si la mujer es “contratada”, es decir, llegó por su propio pie a solicitar trabajo, ella percibe un porcentaje que oscila entre el 5% y el 10% de los ingresos que genera, llegando a ganar entre USD 250 y USD 1000 dólares al mes. Si esta mujer desea aumentar sus ingresos mensuales, debe consumir alcohol con los clientes, para fomentar el consumo, y recibe en promedio de 5 a 10 centavos por tapa de cerveza, por lo que si realmente desea un incremento sensible a su “salario”, debe ingerir cantidades exorbitantes de alcohol cada día. Si se trata de una mujer que fue “llevada” o reclutada por las redes, la ganancia se distribuye con el dueño de la mujer, que es finalmente quien determina cuánto recibirá la mujer en cuestión, si es que esto llega a suceder.

Así, en las cuatro provincias en estudio, y haciendo un cálculo sobre un día “malo” ... debajo de lo promedio y considerando que hay 4.110 trabajadoras sexuales en las provincias de Sucumbíos, Carchi, Esmeraldas e Imbabura, los ingresos en los burdeles de la Frontera Norte del Ecuador serían al menos de:

Por día  USD 558.960
Por mes USD 16.768.800
Por año USD 201.225.600

Más de USD 200 millones de dólares al año.

La trata de personas está considerada la tercera fuente de ingresos ilegales más importante de todo el planeta, sólo superada por el narcotráfico y el trasiego de armas entre las fronteras del mundo, y genera ingresos por miles de millones de dólares en ganancias netas para quienes se dedican a esta actividad. Mucho más rentable que invertir en la Bolsa de Valores. Lo mismo pasa para el Ecuador.

Es de resaltar que por la rotación de cada 15 días en que cambian a todas las mujeres en todos los
burdeles, participarían un total durante un año, alrededor de 98 mil mujeres diferentes.

Mas de USD 200 millones al año

es la ganancia promedio de los burdeles en la frontera. Es una cifra conservadora, según los investigadores. 

 

Siempre recordando que seguimos hablando únicamente del “mercado legal”, de esta industria del sexo, cuya rentabilidad queda fuera de duda. Sin tomar en cuenta los ingresos —no se puede realizar estimaciones o cálculos—, por bebidas alcohólicas y/o drogas que, se dice en testimonios de las cuatro provincias, se comerciarían también es dichos lugares. Adicionalmente apunto (el autor de la investigación) que, al menos en Sucumbíos y Esmeraldas se tiene noticia de más de 300 burdeles ilegales situados en panaderías, restaurantes, bares, karaokes, billares, hoteles, tiendas y casas.

Respecto a los hoteles, hay testimonio de gerentes de varios hoteles que hablan de un funcionamiento de una red de “servicio” al turismo, que incluye servicios sexuales y que se oferta a la clientela como parte de los “atractivos” turísticos de cada lugar. Esta situación fue documentada en Sucumbíos, Esmeraldas, Carchi, Imbabura y Quito. Las mujeres que se ofrecen suelen ser parte de las mismas redes de trata o esclavitud sexual, son llevadas en vehículos a los hoteles y recogidas más tarde por la misma vía, con vigilancia propia y colaboración del personal de los hoteles.

La prostitución como fachada 

Uno de los elementos que distinguen los burdeles de la frontera –porque esto es lo que documenta este estudio, no porque sea una situación privativa de la frontera misma–, es que en la inmensa mayoría de las mujeres que se ofrecen en la prostitución legal —rebasa el 85%—, son mujeres de nacionalidad colombiana, tránsfugas de la guerra, víctimas del conflicto armado en la nación vecina re victimizadas por proxenetas y traficantes. Uno de los elementos que aportan los testimonios de defensoras de los derechos humanos —que se puede cotejar con la información sobre el incremento del desplazamiento interno, refugio, y expulsiones de población por el conflicto, que hacen con regularidad las organizaciones de derechos humanos en Colombia—, es que la actividad de la tata en trabajo de esclavitud sexual se vio incrementada dramáticamente a raíz de la aplicación del Plan Colombia.


Foto: Edu León

La historia común es la de las miles de mujeres empobrecidas, engañadas, forzadas, retenidos sus documentos, movilizadas permanentemente, virtualmente secuestradas. Pero como ellas dicen: “…así es el negocio”. Se calcula que al menos el 10% de la población colombiana se encuentra fuera del país por el conflicto interno, independiente de la migración económica. Es mayor el número de la gente que ha salido de Colombia que la tasa de crecimiento poblacional que es del 2% anual. Cabezas de familia en muchos casos, deben soportar las cargas familiares sin más ayuda la que de su fuerza de trabajo, con dificultades para acceder a un mercado de trabajo restringido por la situación de desempleo que sufre su país, y por la situación de desigualdad que sufren por el hecho de ser mujeres, muchas de ellas han iniciado una salida de Colombia hacia otros países de América y de Europa para mejorar su situación y la de sus familias, enfrentando el reto de iniciar una nueva vida en otro país. Siempre es más fácil llegar a Ecuador.

La historia común es la de las miles de mujeres empobrecidas, engañadas, forzadas, retenidos sus documentos, movilizadas permanentemente, virtualmente secuestradas. Pero como ellas dicen: “…así es el negocio”

Las mujeres de la trata

Entrar a uno de los burdeles de la frontera norte es como traspasar el umbral a otra dimensión, pero entrar a muchos, por toda la frontera es una auténtica pesadilla. Una especie de portal del comportamiento hacia la otredad, un tipo de sociedad disfuncional, con un microcosmos de comunicación a “valores entendidos”, en la que sólo hay hombres (como clientes, bartenders,
vigilantes, chulos, comerciantes, etc.) y mujeres (invisibles objetos ubicados a las puertas de cada uno de los estantes, con apariencia de “cuartos”, dónde dichos objetos dan “servicio” a los clientes). Pueden ser niños o niñas, o viejos o jóvenes, pero todos ocupan su rol en el negocio: hombres y mujeres. Los hombres se apiñan por mesas o divagan solos.

Es fácil reconocer a los hombres que llegan por primera vez, pues se ven entusiastas, balandrones que se regodean de lo que harán o recién han hecho. Los viejos clientes, o usuarios comunes, son silenciosos, aún y en grupos, guardan silencio, ven videos en las pantallas, éstas casi siempre se alternan, en una pantalla hay pornografía dura y en otra futbol -al mismo tiempo-, así que un cliente puede ver un partido mientras a lo lejos puede ojear una escena o viceversa, no podrá escuchar nada, eso sí, pues hay en el ambiente una música ensordecedora que no permite hacer audible ninguna conversación. Así que la norma es el silencio, más bien deprimente, de los usuarios regulares.

Los espacios son casi iguales en todas partes, como diseñados por pésimos arquitectos, de mal gusto, peor administración del espacio; malas vías de acceso, infames vías de desalojo, poca luz -que da a la penumbra otra dimensión, parecida a una extensión de la pena. Mesas en derredor de una pista con un tubo en dónde las mujeres dan “espectáculo” a las horas de mayor asistencia. Al fondo, los baños de paredes sucias, siempre malolientes.


Las mujeres están ahí, cada una frente a su puerta, a veces abierta, dejando ver ese universo de pertenencias personales, zapatos, bolsas debajo de la cama de cemento... Foto: Edu León

En lo que debieran ser los muros de carga del local, siempre hay espejos, puertas y pinturas de mujeres desnudas, improbables, extravagantes, ultra voluminosas e irreales. Detrás de cada puerta hay un espacio físico parecido a una estantería simple: un cuarto de un metro por cincuenta centímetros de largo, y un metro veinte centímetros de ancho –más o menos-, con una plancha de cemento sobre la cual hay un medio colchón, cubierto –si acaso-, por alguna maltrecha sábana. A un costado de la plancha hay una pileta de cemento de unos 20 por 20 centímetros, con un drenaje debajo y sobre ella una llave de agua.

Las mujeres están ahí, cada una frente a su puerta, a veces abierta, dejando ver ese universo de pertenencias personales, uno o dos pares de zapatos, una bolsa de ropa debajo de la plancha de cemento, un cubo para agua, un bote de basura, fotos o imágenes pegadas en la pared, a veces leyendas escritas con letra rota. En general, hay silencio cuando están ahí, solas; de cuando en cuando se juntan dos o tres en una puerta y comentan, o se desprende otra de la pared y se aproxima a una mesa, dispuesta a beber con los clientes, para “ganar” más dinero. No tienen que hacer gala de conocer ningún tema de conversación pues el estruendo de la música hace impensable intimar en forma alguna; cualquier diálogo es a gritos o al oído; algunas, las mayores de edad sobre todo, llegan a sonreír, para atraer a los clientes, las otras se limitan a estar. Uno de los hechos que más llamó mi atención es la mirada de las mujeres jóvenes, como de diseño, todas iguales, perdidas, como dar la impresión de estar en otra parte, lejos de su cuerpo, salpicadas de miedo, de incertidumbre, de incomodidad, de dolor oculto por el silencio.


Tomas de algunos "burdeles" donde las redes de trata tienen su reino. Fotos: Edu León

Dos minutos más tarde, otro cliente la llama y de nuevo desaparece; cuando regresa, la expresión es la misma en su rostro, hartazgo, pesadez, y un vacío en la mirada que impresiona.

“Dentro del burdel el tiempo puede transcurrir en diversas pistas, lento para quién observa, o vertiginoso para quién tiene que vivir la experiencia de la explotación sexual… o viceversa, no sé. De pronto me confundo entre los usuarios y pido una cerveza -requisito mínimo para permanecer dentro de los locales sin despertar sospecha-, en Lago Agrio son las 9am, harán unos 30° centígrados, y el burdel está lleno.

Hay en el fondo una mesa con cuatro policías armados y en uniforme, ocupantes supongo de la patrulla que vi estacionada fuera. Frente a mí hay tres puertas, dos pantallas y cuatro mujeres, a ojo calculo que tres de ellas deben tener entre 25 y 30 años, la cuarta, la más pequeña, no rebasa los 16 años, muy maquillada, con poquísima ropa y zapatos de taco muy altos, se une al grupo en forma silente, escucha, observa con ojos vacíos hasta que llega un cliente y la lleva a su cuarto, desaparecen, menos de cinco minutos, de nuevo ella se incorpora al grupo. Dos minutos más tarde, otro cliente la llama y de nuevo desaparece; cuando regresa, la expresión es la misma en su rostro, hartazgo, pesadez, y un vacío en la mirada que impresiona. El calor aprieta y la cerveza se calienta, pido otra y sigo observando, tomando notas mentales del comportamiento gregario de unas y otros. Antes de terminar la segunda cerveza, la joven sale de nuevo de su cuarto, dejando la puerta abierta tras el tercer cliente en menos de 20 minutos. Todo dentro es desorden, caos, suciedad, decrepitud similar a la de los ojos secos de ella. He visto suficiente por hoy, pago y me voy a buscar algo de vida en la calle, porque aquí dentro, antes de las 10 de la mañana, todo se siente muerto.” 

Las mujeres son el eje articulador de esta historia, y siempre dependiendo desde donde se mire son, o serán “problema”, son “putas”, son “mujeres fáciles”, son “inmorales”, “pecadoras”, “non santas”, “impuras”, o demandantes de justicia, víctimas, esclavas. Para este estudio, hemos intentado observar de cerca el fenómeno de la trata, desde la perspectiva de la esclavitud sexual que la definiría de mejor manera, y así se aborda.

 

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La esclavitud sexual en la Frontera Norte: un negocio de USD 200 millones
 


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