

Foto: Gianna Benalcázar
El precio del gas subirá al valor internacional. El cambio de matriz energética busca minimizar su consumo.
Cuatro hechos pueden hacer creer a cualquiera que el gobierno está dando un giro de timón a todo lo que venía haciendo en términos económicos y políticos. Uno de estos es que –aparentemente– el Presidente, y su siempre numerosa comitiva, han puesto los ojos en Estados Unidos, tras varios años de una relación diplomática tensa. El otro es el llamado cambio de matriz energética, con su derivado de cambio de matriz productiva y su aparente repentino interés en volver los ojos al sector productivo, por lo menos a un sector del mismo, para potenciar un desarrollo industrial que permita al final del día sustituir importaciones y fomentar las exportaciones. Un camino estratégico para ello son las negociaciones con la Unión Europea. A todas luces, parecería un cambio radical en política exterior, lo cual se hace notar no sólo en a quienes se acerca el país, sino –y sobre todo– de quienes se aleja.
Lo que está haciendo el gobierno, en nombre de cambio de matriz energética, es la eliminación del subsidio al gas. Las autoridades han advertido sobre el peligro que se cierne sobre la balanza de pagos de continuar la actual política de subsidio a los combustibles.
Hay varias lecturas para ello y, para quienes han seguido de cerca el pragmático accionar presidencial, está claro que son estrategias simultáneas para tres objetivos: consolidar la percepción de que es necesaria e irreversible la reelección del presidente Rafael Correa, o en su defecto la del sucesor designado en el movimiento, y reinventar un nuevo imaginario, o si se quiere, una nueva narrativa política, luego de la derrota en las elecciones seccionales del 23 de febrero.
Esta nueva narrativa está en los cambios de modelo energético y productivo, los cuales significarían el salto lógico luego de generado lo que el gobierno y su aparato de propaganda ha dado en llamar el “milagro ecuatoriano”. Fuentes en el interior del gobierno dijeron a este portal que el tal milagro significa el haber logrado estabilidad, desarrollo económico y disminución de la pobreza en tan poco tiempo. Y una vez concebido el milagro, es lógico que se rinda homenaje al milagrero o al santo que representa este cambio.
Luego del 23F, los estrategas de la comunicación política del régimen hicieron las evaluaciones correspondientes. Los resultados dijeron que entre las valoraciones más destacadas del Presidente entre la población estaba su condición de académico, atada ésta al impulso educativo que supuestamente imprime el gobierno. Otra de las valoraciones positivas estuvo en su condición de católico, de un Presidente con valores religiosos. Ahí, el espíritu conservador ecuatoriano se manifiesta.
Los estrategas juntaron las dos cosas: este académico con valores conservadores iba a vender al mundo el milagro ecuatoriano. Y lo iba a vender al mundo porque los estrategas tienen claro también que el ecuatoriano podría valorar mucho más lo que se reconoce afuera que lo que pasa adentro de las fronteras. Es decir, el reconocimiento de entidades académicas, conferencias magistrales y demás tiene un relato más hacia dentro del país que hacia afuera. El gobierno se prodigó en cadenas nacionales e información sobre la visita del Presidente y tras el Honoris Causa, quien, en una de sus reacciones dijo que el título otorgado era un reconocimiento internacional a lo que la oposición, en su mezquindad, no quería recocer los logros del gobierno.
Así, el reconocimiento internacional del “Milagro ecuatoriano” y del santo que encarna ese milagro, arrancó en universidades de la trayectoria de Harvard, Yale, MIT, la Universidad de Barcelona y la asistencia a la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II.
El milagro energético pasa por la cocina
El actual gobierno construye ocho proyectos hidroeléctricos. En relación de más a menos potencia generada, estos son: Coca Codo Sinclair (1500 MW), Sopladora (487 MW), Minas San Francisco (270 MW), Toachi Pilatón (253 MW), Mandariacu (60 MW), Quijos (50 MW) y Mazar Dudas (20,8 MW). Juntos generarán 2771,5 MW. El ministro Albornoz, de Electricidad, dice que cuando se pongan en marcha los proyectos “cambiará la historia energética del país”.
Sin embargo, el cambio de matriz eléctrica no significa un cambio de matriz energética.
La oferta de energía primaria en el Ecuador es del 90%. En el consumo de energía por fuentes, en el Ecuador, la electricidad es el 12% mientras que el gas licuado es el 10%. La tercera parte de la electricidad se produce basada en térmicas. El 88% del consumo energético del Ecuador depende de los combustibles fósiles. En los ocho proyectos hidroeléctricos que este gobierno está construyendo se van a producir 2772 megavatios con una inversión de 4576 millones de dólares, sin considerar los costos de financiamiento, con excepción de Coca Codo. Esos son datos a septiembre del 2013. “Si el Ecuador hubiera recibido 3600 millones de dólares por no explotar el Yasuní era menos que esta cifra de inversión, pero esta cifra va a alcanzar para mermar la dependencia en lo térmico en un 28% de la generación eléctrica, ni siquiera vamos a llegar a decir que con estos proyectos ya no dependemos de lo térmico. Con la entrada de las hidroeléctricas el país va a bajar un 4% de su dependencia del petróleo como fuente de energía. Del 88% al 84%. Lo que se decía era que con los 3600 millones se juntaba un capital semilla para cambiar la matriz energética. Con 6000 millones de dólares que cuesta poner en marcha las hidroeléctricas, con costos de financiamiento, el país bajará el 4% de la dependencia del petróleo”, dice el ex secretario general de la Organización Latinoamericana de Energía, Olade, Augusto Tandazo.
En el consumo energético del país, los datos arrojan sorpresas: en la industria ecuatoriana equivale a un 9,4% de la torta nacional. Comparada sólo con los países vecinos la industria del Ecuador sufre un retraso. A pesar de estar en un proceso de desindustrialización, la industria colombiana consume un 26% de la oferta energética. En el agro, la pesca y la minería, el consumo energético del Ecuador es del 1,9%. Esto versus la construcción, que es más del 10% y ahí se refleja el empuje de este sector productivo.
El sector residencial ecuatoriano consume el 13% de energía, cuatro puntos más que la industria. Pero el transporte pesado y semipesado es la madre de todas las actividades: tiene el 49,9% del consumo energético global. De este porcentaje, los autos livianos tienen sólo el 7%. El transporte de carga pesada tiene el 38% del consumo, lo cual equivale al 19% del consumo energético global del Ecuador, el rubro más alto: tractomulas, camiones livianos y pesados, transporte de pasajeros… Si de cambiar la matriz de consumo energético se tratara, el tema pasa por atacar directamente a la fuente mayor de consumo de combustibles: el transporte. Varias universidades han generado proyectos que permiten visualizar el uso de energía sobrante en el transporte: un sistema de trenes conducidos por electricidad, por ejemplo. Pero en términos políticos por ahora eso es imposible: los jerarcas del transporte liviano y pesado, de carga y pasajeros, son fuertes aliados políticos del gobierno. El sector prooficialista del taxismo fue la primera organización gremial en apoyar la reelección del presidente Correa, por ejemplo. Los sindicatos de choferes y de transporte pesado desfilaron este Primero de Mayo con el gobierno…
Al sector residencial es al que el gobierno pretende apuntar y el que recibirá los primeros impactos del llamado cambio de la matriz eléctrica. Esto con el fin, dice el proyecto oficial, de reducir o eliminar el costo del subsidio al gas. Pero en el hipotético caso de que el Ecuador elimine totalmente el consumo de GLP este sólo representa el 10% del consumo total de energía del país. Y si la electricidad reemplaza en el 100% al GLP, llegaría a cubrir el 22% de la torta energética nacional, siempre y cuando las generadoras que usan combustible fósil para la electricidad también cambien su consumo de energía. Las residencias de las familias ecuatorianas, a las cuales se anuncia que cargarán con el peso inicial del cambio energético, representan el 13,8% del consumo nacional de energía por sectores. La estructura productiva y energética ecuatoriana está montada en torno al diésel y al GLP. ¿Qué va a pasar con toda esa infraestructura?
Entonces, ¿vale la pena el sacrificio de cambiar el menaje de cocina y hasta los hábitos alimenticios de las familias ecuatorianas?
Augusto Tandazo, exsecretario de la Olade. Su tesis es que con el cambio de matriz eléctrica el país no bajará su dependencia de los combustibles fósiles.
Para efectuar este cambio, el Estado piensa gastar 2400 millones de dólares, que incluyen la instalación de estas cocinas, el tendido de cables, el cambio de transformadores. El gobierno ya anunció que eliminará el subsidio al precio del GLP. En el 2013, el país gastó 522 millones de dólares en el subsidio al gas. Lo cual significa que el costo de reemplazo de cocinas a gas por cocinas a inducción equivaldría a casi 5 años de mantener el costo del actual subsidio al gas. El programa contempla tener instalados 3,5 millones de cocinas a inducción. Para reemplazar el rendimiento energético de una cocina a gas básica, de cuatro quemadores y horno, una familia podría gastar, al menos, unos 500 dólares por unidad. Esto significa un negocio de 1750 millones de dólares para los fabricantes de cocinas. Pero como cada quemador requiere una olla de material ferroso de un peso y base específicas, adaptadas estrictamente al tamaño del quemador, para que pueda funcionar el sistema de inducción; entonces las familias debieran tener al menos un juego de tres ollas y un sartén de material ferroso. Además, para el uso en el horno también se requiere un tipo específico de recipiente. El gobierno no ha dado cifras del costo que este cambio tendrá para cada familia ecuatoriana. Ha mencionado la entrega de bonos, pero aún nada en concreto. Una fuente universitaria que ha analizado el tema como costo para la economía familiar se pregunta: ¿dónde está el negocio de esto? En la fabricación y venta de las ollas, se responde. Si una familia ecuatoriana es obligada a tener un juego mínimo de dos ollas y una sartén, esto significa casi 10 millones de estas piezas y si en promedio, de acuerdo a precio del mercado actual, el costo mínimo de este paquete es de 100 dólares, se tendría un negocio adicional que vende 1000 millones de dólares, “con la enorme ventaja de tener 14 millones de clientes cautivos, gracias a que el gobierno ecuatoriano garantiza, por decreto, la rentabilidad de la inversión y las ventas. Es el sueño de cualquier empresario que se parte la cabeza preguntándose cómo hace un negocio con la seguridad de que lo que yo produzco me compren”. Aunque el gobierno ha dicho que el kit familiar costará 30 dólares, expertos en la industria, como Álvaro Rosado, gerente de una empresa azuaya que fabrica miles de utensilios de cocina y ollas, advierte que eso dependerá del costo de la materia prima, acero inoxidable, pues el Ecuador no fabrica ese material, por lo cual toca importarlo en discos cuyos diámetros coincidan exactamente con los anillos de la plancha de inducción. La tonelada de acero de buena calidad está en 2500 dólares en el mercado mundial.
Lo que tampoco ha dicho el gobierno, aún, es dónde se desecharán las cocinas a gas y las ollas inservibles y qué pasará con todos los ecuatorianos que de una u otra forma dependen del negocio de la distribución de gas, fabricación y mantenimiento de cocinas, fabricación de ollas de aluminio…
Tampoco se ha hablado del reemplazo de los calefones para calentar el agua en los hogares, y el uso de secadoras a gas, estas últimas con mayor uso en la Costa ecuatoriana.
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