El miedo a permanecer años en una cárcel hace que estos personajes gasten lo que sea. Un narco puede hacerlo porque, sabemos, acumuló miles de millones de dólares con su negocio, pero los políticos que llegaron pobres al cargo, ¿cómo acumularon tanto dinero para pagar abogados tan caros? ¿De la corrupción, de los diezmos (coimas) cobrados a los empleados públicos, de los aportes de los migrantes?

No hay mal que dure cien años ni secreto que no se divulgue. Entre los platillos de la mesa servida posiblemente el más importante fue su sistema judicial tan perversamente organizado y manejado. Pero, mucho más pronto de lo que nadie se imaginaba, Moreno se propuso abrir la trampa de la cloaca. Y Glas, el “bueno y honrado”, fue a dar con sus huesos en la cárcel. Aun faltan muchos, muchísimos más. ¿Qué será de la Fiscalía, antigua encubridora por oficio?

Es triste mirarnos en el espejo del tiempo, luego de toda una década, y casi reconocer al viejo país de siempre, o incluso a un país más incierto. Mientras el correísmo cantaba y festejaba a la “revolución”, lo que realmente hizo fue usar su nombre como pretexto para saciar su hambre de dinero y poder.

Inevitablemente, el rostro de Correa se transforma cuando se le pregunta sobre la verdad. Para esta clase de políticos, la verdad se convierte en una realidad ilusoria, en un asunto absolutamente criterial. La verdad es el enunciado que enuncia el poder. Nada tiene, pues, que ver con la realidad de los hechos ni con lo testimonial de quienes se encuentran en la otra orilla del poder.