No es casual que la “mega-carcel” de Bukele en El Salvador se promocione como un modelo “exitoso” de seguridad. Vista en perspectiva comparada, es el complemento ideal de las “ciudades inteligentes” (smart cities) que promueve el Foro Económico Mundial.
“¿Qué es ese bulto negro que está ahí?”, dice ella. Me acerco a la baranda de madera del pasillo y allá, en un rincón de la cornisa del muro del patio delantero, veo un ave, del tamaño de los mirlos que acostumbran visitar la casa, con las plumas erizadas. “Es un pájaro negro, le respondo, parece que está enfermo. Por eso está acurrucado ahí y no se mueve”. Como la cornisa está a unos diez metros de altura y tengo vértigo no me atrevo a rescatar al pájaro.
La cruzada golpista que apunta a destituir al presidente Lasso reedita prácticas antidemocráticas que marcaron el inicio de los atentados contra el sufragio libre en el Ecuador y que fueron el antecedente de una prolongada inestabilidad política que desembocó en la derrota que sufrimos frente al Perú en 1941.
Los ciudadanos se sienten indefensos y algunos han optado por embestir con sus vehículos a los delincuentes, dispararles, lincharles. Los barrios se organizan para autoprotegerse, situación que es aprovechada por los políticos de los levantamientos que estarían activando a sus guardias.
Esta situación se refleja en las siguientes acciones:
Toca admitirlo: los guionistas de la gran telenovela nacional nos sorprendieron. Acaban de hacer un viraje argumentativo impredecible. Al más puro estilo de la última película galardonada en los Óscar. Cuando todos esperábamos el desenlace del juicio político al presidente Lasso, la exministra María de los Ángeles Duarte se fuga de la embajada de Argentina en Quito y sacude el escenario. Honrando su nombre, se voló.
¿Cuánto más deben soportar los ciudadanos a dirigentes como Leonidas Iza y otros tantos que, sobreexplotando su condición de minoría étnica, se creen con derecho a convulsionar el país las veces que les venga en gana? ¿Hasta cuándo la inacción del sistema de justicia seguirá revistiendo de impunidad a quienes hacen de la agitación y la amenaza su modo de subsistencia política?
La palabra libertad es una linda palabra con un sonido espectacularmente maravilloso. Casi angelical. Se la puede enunciar incluso en los momentos en los que las tiranías ejercen todo su perverso poder y su maldad aniquiladora. De hecho, los que no cesan de pronunciarla son justamente los tiranos: así pretenden engañar a sus súbditos. Sin embargo, para no pocos, la democracia constituye una de las más graves enfermedades de las que se podrían contagiar los pueblos y sus dirigentes.
En los papeles, la función de los servidores públicos es trabajar para el cumplimiento de objetivos institucionales dirigidos a la realización del bien común.
Quien ha trabajado en una institución pública sabe, sin embargo, que solo parcialmente los mencionados servidores cumplen con dicha función. Buena parte de su actividad está dirigida a conseguir objetivos privados, que distorsionan el quehacer institucional y separan a las instituciones de los ciudadanos a los que deben servir.
El ex presidente Rafael Correa mantiene una relación tóxica con Ecuador. Quiere volver a gobernar y dominar al país. Y al mismo tiempo quiere destruirlo. No solo acabar con su frágil institucionalidad; también desequilibrar su economía y arruinar toda posibilidad de entendimiento social.
Si algo ha demostrado el último escándalo de corrupción que sacude al país es que el fenómeno no constituye un asunto de gobierno sino de Estado. Es decir, que las estructuras ilegales que operan al interior de la administración pública se reproducen y expanden al margen de las autoridades de turno. Obviamente, que un ministro o un presidente de la república sea más permisivo con la corrupción incrementa el problema; pero una situación inversa tampoco lo elimina.