Desde opiniones antojadizas se dice que la comunicación ya no sirve porque la tecnología avanza. Que la comunicación, los periodistas y los medios quedaron para la antigüedad. Y ante esa pobre visión hay que aclarar ciertos puntos. Si la tecnología avanza entonces debemos prepararnos en cómo utilizar bien sus herramientas. Que los medios y periodistas no mueren, sino que se trasladan a otras plataformas. Otros dirán que en las empresas ya no se utiliza comunicación sino marketing.
¡Súbele 4 bloques más! ¡Aumentemos un guardia más! ¡Compremos una pistola! Son frases que han acompañado la conversación de las familias ecuatorianas de las clases altas a propósito de la crisis de seguridad que embarga al país.
Por más que suene absurdo, estas medidas simples, pero aparentemente prácticas, desnudan de cuerpo entero lo que somos como país. Paradójicamente, las élites ecuatorianas han venido resolviendo el problema de seguridad, empeorándola.
El debate sobre el éxito (¿?) de la guerra de Nayib Bukele contra las pandillas delincuenciales en El Salvador, remite a conceptos fundamentales de la ciencia política. Bajo un régimen de excepción se han producido 66.200 detenciones lo que ha dado como resultado un descenso de la cifra de homicidios en ese país. Gustavo Petro, presidente de Colombia, ha tachado esa cifra de “falso positivo”. Según Petro su costo es una “destrucción democrática”.
La flexibilización de la tenencia y porte de armas en Ecuador levantó más críticas que aplausos. Pero no se trata de un dislate. Al contrario, esta decisión encaja con la expansión territorial de la extorsión y la emergencia del vigilantismo. La razón es simple: la flexibilización de la tenencia y porte de armas contribuye a la privatización de la seguridad.
La comunicación de gobierno del presidente Guillermo Lasso ha estado muy lejos de ser ese caso de estudio exitoso, de esos que uno añora diseccionar sin prisa en un aula de clase.
En gran medida, porque se la ha entendido casi exclusivamente desde el campo de la publicidad. Es decir, como un producto más que debe promocionarse para vender al granel.
El país está muy pendiente de la continuidad del presidente Guillermo Lasso en el poder. Si él y su Gobierno puede sucumbir ante la oposición implacable, con aires de odio y revancha, que busca cobrarle el haber interrumpido un pacto en el que se repartían el poder. Pero también las mafias a las que les han tocado los ingresos.
Todos se preguntan si se romperá. O lanzará el rayo: la muerte cruzada que ya les asusta a los legisladores y a un puñado de abogados iluminados.
Otra vez las universidades confundiendo los papeles. Otra vez dando muestras de que no saben con claridad cuál es su función en la sociedad. Otra vez actuando como movimientos políticos. Otra vez censurando a quienes no comparten la posición institucional.
La compra de votos en la Asamblea Nacional es solamente el aperitivo de los graves conflictos que pueden desencadenarse si el Gobierno no logra virar la votación y evitar la destitución del presidente de la República.
Para el sociólogo griego francés, Nicos Poulantzas, dentro de la estructura del Estado hay un bloque de poder, dentro del cual la clase dominante actúa de manera coordinada y solventa sus contradicciones internas. Hay también un bloque popular donde se ubican las fuerzas sociales en situación de explotación. Este último, en una dimensión amplia, como nos dice Fabián Sái, aparece como un cuerpo desorganizado por la técnica y el liberalismo. El bloque popular sería ese concepto (o esa entelequia, Borges dixit) llamada “el pueblo”.
“Cuida de tí mismo”. Así comienza la canción de Imagine Dragons, tema de la serie Arcane que se emite por Netflix, basada en el popular video juego League of Legends.
Estoy buscando contemplar las historias que se cuentan
Cuando estoy de espaldas al mundo que sonreía cuando me giré
Te dicen: Eres el mejor
Pero una vez que te das la vuelta, nos odian.