
En enero de este año, ciudadanos protestaron en Madrid contra Pedro Sánchez y su Gobierno. Foto: AP
Parte I: El derrumbe de la izquierda
El pasado 28 de mayo el PSOE (algo así como el partido de centro izquierda), perdió las elecciones municipales en España. El PP (un partido que intenta encuadrarse en el centro derecha), sacó una ventaja de casi tres millones de votos. Teniendo en cuenta que en España gobierna una coalición entre PSOE y Unidas Podemos (situado políticamente a la izquierda), al día siguiente de conocer el resultado el presidente del gobierno Pedro Sánchez intentó amortiguar el shock de la izquierda española convocando unas elecciones generales para el 23 de julio. ¿Cómo se pueden entender estos acontecimientos más allá de las estadísticas? España, un país que en el cambio de siglo era observado por sus antiguas colonias latinoamericanas como una sociedad que había dejado atrás su pasado ‘incivilizado’ (de guerra y dictadura), está hoy marcada por fracturas sociales que la alejan de ese ‘sueño civilizatorio’ de poder homologarse a sus vecinos del norte de Europa. Solo un (dichoso) dato más: España es el tercer país con más pobreza infantil de la Unión Europea, solo por detrás de Rumanía y Bulgaria.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, convocó a elecciones anticipadas ante un reciente revés electoral. Foto: Ricardo Rubio / Europa Press
Y es que los datos, hoy en día, nos muestran todo y a la vez nada. Desde la ciencia política, los analistas de los países desarrollados intentan explicar desde hace tiempo porque se está viniéndose abajo uno de los pilares sobre los que se construyeron las democracias liberales: los medios de comunicación. Hace veinte años en España un votante del PP se le podría llegar a identificar por leer el periódico El Mundo y por escuchar la cadena de radio COPE. A su vez, a un votante del PSOE se le podía identificar si escuchaba la Ser o leía El País. Era un tiempo en que aún los columnistas de los periódicos tenían cierta capacidad de influir en el debate público, y donde los españoles aún miraban al periodismo como aquel oficio que les ayudaría a entender cómo funcionaban ‘las telarañas’ del poder. Hoy todo ha cambiado. Los políticos ya no son personas opacas (y por lo tanto con cierto halo de misterio), si no que son vistos por los españoles como garrapatas dispuestas a absorber los pocos recursos que le quedan al estado. Ese descreimiento hacia los políticos y los medios de comunicación hace que haya una especie que se ha puesto de moda y cuyos miembros son invitados cada vez con mayor frecuencia a programas de máxima audiencia: los politólogos. Hoy en día puede que los datos (y sus algoritmos, y su inteligencia artificial…) sólo te señalen lo que está en lo superficie, pero ante el aturdimiento social parece que los politólogos son los elegidos para explicar este ‘caos sistémico’.
Haríamos mal en tratar de entender el vaciamiento moral al que se somete España (así como el resto de países occidentales) exclusivamente desde el nihilismo que se ha instaurado en la cultura política.
En la política española hoy en día operan con gran fuerza dos de las ideologías que sobrevivieron al siglo XX europeo: el socialismo y el libre mercado. Si un español enciende hoy en día la televisión, es muy probable que en la publicidad le aparezcan empresas que venden alarmas para proteger la propiedad de ‘ocupas’. La cultura de la propiedad en España (consolidada sobre todo durante unos años noventa donde el poderoso sector financiero aconsejaba invertir en vivienda), hace que las clases acomodadas quieran blindarse frente al exterior. Hoy en día la miseria en España ya no tiene necesariamente rostro de africano. El enemigo puede tener la misma piel, incluso puede haber compartido contigo unas palabras en un bar mientras miraba un partido de fútbol. Hoy en día en España hasta el vecino de enfrente puede ser sospechoso de meterse en tu casa mientras pasas un fin de semana en la playa o en la montaña.
En este contexto del ‘sálvese quien pueda’, es donde se explica la inmolación de Unidos Podemos, el único partido a la izquierda de la tradicional socialdemocracia europea, que, junto a Finlandia, consiguió entrar en un gobierno de la Unión Europea.
En un contexto post pandemia (con índices de suicidios disparados), y con una guerra de Ucrania donde la inflación ha hecho que los españoles hayan pasado de irse de tapas, a tomarse un ‘par de cañas’ para luego cenar en casa, los grandes ideales cotizan a la baja. El hecho de que durante este año las lluvias escaseen (por decirlo de forma suave), o que en algunos hogares el pago del alquiler se coma casi la mitad del salario, podría hacer pensar que el espacio de Podemos (con un programa de transición ecológica) podría tener algún recorrido.
Isabel Díaz Ayuso preside la Comunidad Autonómica de Madrid y es el nuevo referente de la derecha española. Foto: AFP
Nada más lejos de la realidad. Por dar solo un ejemplo, Isabel Díaz Ayuso, actual presidenta de la comunidad de Madrid, logró una mayoría absoluta el pasado 28 de mayo con una campaña electoral que buena parte de los politólogos han definido como trumpista.
El famoso slogan ‘comunismo o libertad’ usado por Ayuso en un contexto de pandemia, ha logrado un voto interclasista que se ha alargado hasta hoy.
Las dificultades del gobierno de coalición de izquierdas de explicar a la sociedad porque varios condenados se acogieron a la ley de libertad sexual para poder salir antes de prisión (cuando obviamente esa no era la intención de la ley), o el hecho de que partidos independentistas vascos y catalanes hayan ayudado a la coalición de izquierdas a sacar adelante algunas leyes en materia de derechos sociales, ha servido como dinamita para candidaturas como las de Ayuso.
La obra Los Tres Mulatos de Esmeraldas, que se exhibe en el Museo de América de Madrid.
Hace poco estuve en el Museo de América. Me detuve en el cuadro “Los tres mulatos de Esmeraldas”, pintado por Andrés Sánchez Galque en 1599. Uno de los aspectos que más fascina del cuadro es como estos descendientes de esclavos, que llegaron a tener puestos de poder en la administración colonial, combinan ropajes castellanos con adornos de su cultura ancestral. Ellos no eran mulatos, sino zambos, mezcla entre negros e indígenas. Como la mayor parte del arte que se hacía desde el Imperio Español en aquella época, esta obra tenía más una finalidad práctica (calmar las tensiones entre población indígena y afro en la hoy conocida región afroecuatoriana de Esmeraldas), que una estética. Sin embargo, casi quinientos años más tarde España (y resto de países occidentales) han conseguido lo que nadie se imaginaba. Hoy lo exótico somos nosotros. La vida práctica (los datos, la inteligencia artificial…) que hemos inventado ni siquiera nos ayuda a entendernos a nosotros mismos. Está por ver si el calificativo de ‘ola reaccionaria’ usado por la izquierda española para explicar el desastre del 28 mayo, sirve como marco para remontar el 23 de julio. En el cuadro los dos hijos miran a su padre. Hoy toda España se mira a sí misma sin entender nada. No me extraña. Han pasado casi quinientos años…
* Nicolás Buckley estudia la historia de Hispanoamérica
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